Esta historia sucedió hace mas de treinta años y es la historia de un amor imposible; pero que si hubiera sucedido por estos días, tal vez..., me digo que tal vez...
Aimee y Eduardo coincidieron por razones de trabajo en un pequeño hotel en Rosario, Argentina. Ella era la figura de un elenco brasileño que traía su espectáculo a un famoso cabaret de la ciudad, y él cumplía con un grupo de colegas una comisión de servicio. Yo formaba parte de ese grupo.
Los que presenciamos el encuentro sentimos la vibración de los cuerpos, tan intensa fue aquella forma de cautivarse. Esa morena espigada, envuelta en un vestido blanco, con su bella cabeza coronada por un exótico turbante de colores envolvió a aquel hombre claro, tan rubio, tan de mirada transparente y sonrisa extensa en un cerco invisible de puro deseo.
Fueron cinco días de vivir enredados en un tejido de seducción, solo interrumpido por los ensayos de ella y el trabajo de él: una envolvente trama que se hacía y se deshacía por la habilidad de Aimee para manejar aquel caliente escarceo.
Los del lado de Eduardo fuimos invitados de primera fila para el estreno del espectáculo de Aimee.
Ella le había prometido confirmándolo con sus ojos negros: "Esta noche me verás como soy de verdad y luego me dirás... y te diré"
El Cabaret nos sorprendió con un ambiente cremoso de aromas y sombras sensualmente iluminadas. Un escenario a oscuras y adornado con espléndidos plumajes avivó nuestras expectativas y la ansiedad de Eduardo. Todo nos resultó un entretenido espectáculo de estilo, hasta que hizo su aparición Aimee.
Una perfecta figura de ébano apenas adornada con diminuto traje de lentejuelas y un tocado de plumas y flores, nos dejó sin aliento. Hizo unos pasos de bailes con la divina cadencia de un felino y luego comenzó a cantar con una voz repleta de matices esa canción que, con los gestos, le dedicó a Eduardo.
Mientras hilvanaba la letra, Aimee se deshacía de los alamares que la adornaban, se quitaba con penosa gracia el maquillaje ante la simulación de un espejo y su voz nos bañaba de sensualidad. Hasta que en un dramático crescendo, se quitó el corpiño a la vez que el tocado de plumas y, entonces, un bello muchacho moreno, con la vacía sonrisa de una máscara, se inclinó ante el atónito y cerrado aplauso.
Acompañamos en el hotel la silenciosa borrachera de Eduardo hasta la madrugada, cuando llegó Aimee, otra vez con su traje blanco y su exótico turbante de colores.
No recuerdo abrazo más triste ni llanto mas plañidero que el de aquel adiós.
Quién puede quererse pensando en el alma, canta Sanz. Y algo de eso ha de haber. A qué tanta tristeza???
ResponderEliminarUn abrazo.
ohhhhhhhh...qué historia más romántica y conmovedora!...un amor imposible nacido de la ilusión más sensual y apasionada!...ese resulta ser el precio de andar mostrándose con máscaras: se corre el riesgo de enamorar/enamorarse desde la apariencia y no desde lo que se oculta.
ResponderEliminarMuy buen relato, me encantó.
un abrazo y gracias por participar!
Lástima rubio Eduardo, entonces las cosas no se hacían a fondo, ya me entiendes, ahora sería otra cosa, lo que no digo es si mejor o peor, aquello tuvo un encanto intenso e inolvidable, dúlcemente amargo.
ResponderEliminarBesito.
Quizá lo determinante fue la estadía provisoria de cada uno. lo otro, aun en esa época, era posible. ¡O vamos a creer que inventamos algo! Jajaja. Tu forma de narrar es decididamente preciosa. Gracias por regalarnos estas narraciones. Besos.
ResponderEliminarQue historia más interesante, una historia de amor que no pudo ser, una máscara que nunca se sabe si fue retirada en el momento más justo, pero desde luego una historia de lo más atrayente.
ResponderEliminarUn abrazo
Tierna historia que podía haber demostrado un amor diferente. Un beso
ResponderEliminarwommmm !!!
ResponderEliminarexcelente relato, me dejo con la boca abierta me sorprendió en verdad aunque si lo pensaba ese final de laguna manera
wommmm !!!
ResponderEliminarexcelente relato, me dejo con la boca abierta me sorprendió en verdad aunque si lo pensaba ese final de laguna manera
Una historia de amor prácticamente con final anunciado, lo que tal vez no se esperaba él era ese final, pero mira, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. ¿No dicen eso? Al parecer, eran demasiado diferentes como para que aquello cuajara. Al menos, fue bonito mientras duró. Un beso.
ResponderEliminarUn final triste, no pudo ser, y ella o él lo sabía, porque no fue con la verdad desde el principio; aunque disfrutar si que disfrutó.
ResponderEliminarBuen relato
Un abrazo
Lo bueno dura poco, dicen por ahí. Al menos tuvieron esos días de juego de seducción. Una máscara que tapaba una verdad muy difícil de digerir para alguien que no comparte esos gustos sexuales.
ResponderEliminarMuy buena historia.
Un abrazo.
Como siempre estupendas las cosas que nos dejas.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Uf, que chasco. Y ese juego de Aimee, algo perverso. Al menos queda el disfrute de los días en que la pasión esperaba otro desenlace.
ResponderEliminarBesos.
Bueno, tal vez debió decir a la vista de la identidad de Aimee, como en la película "Con faldas y a lo loco": ....Nadie es perfecto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo que no pude ser lo que no es, que final tan triste, como dice Pepe, nadie es perfecto.
ResponderEliminarUn abrazo
excelente. Creo, cherie, que ha hecho un verdadero tributo al tópico.
ResponderEliminarMe quedo con la dulzura de tu narrativa y que tan bien contás la historia, tanto que pude sentir la sensación desagradable que suele provocarme el ocultamiento, que siempre me sabe a mentira.
ResponderEliminarUn abrazo enorme y como siempre ya empiezo a extrañarte.
Le sedujo una máscara o... quizás no.
ResponderEliminarMe gusta mucho como escribes.
Un abrazo
ibso
Quizás Aimee debería haberle dicho la verdad desde el principio, no te parece?
ResponderEliminarBesos.