Buenos Aires; 8 de julio de 2011.-
Querido mío:
He estado todo este tiempo pensando en este amor a destiempo. En este amor sin rumbo, perdido y encontrado, que no puede pensar en mañana, que solo se hará de ayeres. Y he estado llorando por mí, por vos y por el hijo que no tendremos.
Pensé todos estos días en cómo hubiera sido nuestra historia si yo hubiera sido menos decididamente cobarde. Si no hubiera tomado la iniciativa cortando nuestro amor, porque entonces me parecía imposible. Cómo hubiera sido escribir nuestra vida juntos? Proyectar nuestro futuro como una pareja común; terminar nuestras carreras, construir nuestra casa, tener nuestros hijos...
En la última carta que te escribí, yo me lamentaba porque nos habíamos perdido la pasión. Pero luego vos me regalaste esa visita, esa semana tan dulce, tan amorosa y apasionada, tan llena de risas y momentos felices; esa forma de andar por la vida con el paso ligero y la mirada brillante, a la que yo había renunciado para siempre. Y de la forma mas triste: sin darme cuenta.
Cuando te plantaste en mi puerta con ese ramo de margaritas, yo tuve que adivinar, esforzarme por saber quién eras porque mi alma no se animaba, mi corazón a los saltos. Pero por suerte tu mirada oscura sigue siendo la misma y entonces, pude abrazarme llorando al Faustino que había llenado de sueños mis dieciocho años. Cuando te ví, ya no me importó aquella vieja reconvención de mi madre: "No lo conocés, Celina. No sabés quién es, cómo vive, cómo es su familia. Chaqueño, imaginate. Ni sabemos qué educación tiene. De lejos todo muy lindo, pero y despues?" Mientras te abrazaba y lloraba y me reía, aplastando contra tu pecho las margaritas yo sentía que todo empezaba a estar bien. Maravillosamente bien!"
Fue tan lindo para mí escaparme con vos, sin explicar nada! Fue un ejercicio de libertad que había desaparecido de mi vida ese de no contar mis próximos pasos a mi hijo y a mi madre como pidiendo permiso, como una silenciosa promesa de no volver a equivocarme. Y Buenos Aires me pareció una ciudad luminosa y abierta, como un gran abrazo para nuestro amor. Porque cuando fuimos a ese hotel, Faustino, con tanta urgencia, con tanto tiempo y tanta vida dejados de lado, mientras hablábamos y nos besabamos y llorábamos y nos reíamos, todo en la penunmbra de ese cuarto ajeno que nos pertenecía en ese momento, como una casa que hubiera sido nuestra, yo sentí que eso era el Amor. Que habías venido a regalármelo, a vivirlo conmigo.
Qué libre se sintió mi corazón cuando hice aquél llamado avisando que esa noche no volvía a dormir. Y qué joven volví ser en tus brazos, Faustino, mi querido amor, único y elegido. Qué descubrimiento la pasión que cada uno despertaba en el otro. Qué maravilloso aquel largo, largo momento de reconocernos y besarnos, lamernos, saborearnos, degustar nuestros sexos, con nuestros dedos, nuestros ojos, nuestras bocas, nuestra piel. Y todos esos bellos momentos, sublimes recreos del tedio de la soledad, en el que fuimos esos amantes recuperando caminos, historias, caricias; solos en medio del universo. Unicos. Soy, después de eso, una mujer cabal.
Por tu decisión de venir a encontrarme y conocernos, re conocernos de verdad, hoy miro de frente a mi hijo defendiendo mi identidad, mi privacidad, mi libertad sin culpas y a mi madre, a quien he dejado bien en claro que voy a escribir mi historia con mi propia letra, con mi corazón y mi sangre. Y puedo asimismo, pararme ante vos dueña de mi misma, entera, por el amor que te tengo y que ya es así, sin remedio posible. Este amor es lo que ha hecho de mí, la que soy ahora, perteneciéndome enteramente.
Y por todo ésto, es que escribo esta carta de amor. Escribo esta carta sin ninguna duda, Faustino querido. Escribo esta carta mirándote a los ojos y abrazándote de la misma forma que lo hice cuando estabas frente a mí, hace dos meses. Y que lo haré la próxima vez que nos abracemos, si hubiera otra vez.
A los veinticuatro días exactos despues de despedirnos, supe que estaba embarazada. Te das cuenta? Cuando me dieron la noticia sentí que todo mi cuerpo era una gelatina en la que se mezclaba la felicidad, el miedo, la tristeza y sobre todo, una oscura soledad incontenible. Nunca pensé en esa consecuencia. Estoy segura, amormío, que ninguno de los dos lo pensó. Cuando pude sostenerme en mi esqueleto, salí a la calle como una loca. Llevaba conmigo la mejor noticia jamás esperada. A los cuarenta y ocho años, mi cuerpo te recibía y lo proclamaba. Caminé y caminé, hasta que encontré un banco en una plaza en el que me senté a sentir con el pensamiento todo lo que me pasaba. Mi cabeza era un torbellino de luces y sombras. Me costaba respirar. Hasta que el llanto pudo más que cualquier sensación y lloré con sollozos, mocos, toses, como una pequeña niña en penitencia. Estuve así un largo rato; pero cuando entré en mi casa ya había tomado una decisión.
Hace una semana, Faustino de mi vida, que interrumpí el embarazo. Lo hice por mí, por vos, por nuestras familias. Pero sobre todo lo hice por mí y por él. Por mí y por nuestro amor. Por mí y por vos. Por todo lo que tendrá de bello y triste nuestro amor, que ahora, después de haber tenido a nuestro hijo creciendo en mí durante todos esos días; que sentí toda esa fría e inamovible soledad, todo ese miedo que debe ser parecido al que vos sentías en Malvinas, despues de todo eso, sé (lo sé conmigo entera) que no quiero un amor a medias. Y que este no es un acto de cobardía como el de mis dieciocho años, cuando renuncié a nuestro amor. Ahora soy una mujer valiente que defiendo nuestra historia de amor de todo lo que pueda quitarle la esencia que la hizo única. Nuestro amor nos ha salvado de tener una vida parejamente gris, como la de tantos. Y eso es lo que le he explicado a nuestro hijo antes de dejarlo ir: que él es una estrella fugaz que siempre volverá en mi memoria y tal vez en la tuya, seguramente en la tuya también, amor querido, Faustino de mi alma; una estrella fugaz a la que siempre podremos pedirle que nos cumpla un sueño. Tenés que comprenderlos así, por favor. Tenés que vivirlo como yo, para sentir que somos dos valientes a los que el Amor ha salvado de nuevos errores.
Nuestro hijo no sufrirá la soledad, ni el miedo, ni el peligro de la guerra, ni la distancia, ni la ausencia. No habrá para él la tristeza que se desprende de los errores cometidos y no deberá vivir con la leve infelicidad tan silenciosamente dolorosa de los que no se animaron a elecciones más riesgosas, como nos pasa a nosotros cada día. Su piel siempre estará lisa sin que la dañe la mirada de los otros. Podremos inventarle una risa clara y una mirada intensa. Podremos hacer de él, soñarlo, pensarlo, como nos hubiera gustado que fuera, sin temer para él el fracaso, el desamor, la desdicha de la enfermedad.
Ya ves, mi Faustino, mi amor de siempre, he cometido un acto supremo de egoísmo, de salvación, de generoso amor, según se mire. Y lo he cometido sola, también. Sin compartir el opaco dolor de la decisión, la pena de la oquedad en mi cuerpo, la suave penumbra de mi abrazo inútil. Pero sí necesito compartir con vos la furiosa rabia de mi valentía, el inicio de esta mujer inclaudicable en defensa de su alma que ahora soy, la elección de una ilusión para siempre, la tristeza vana de los amores imposibles. De nuestro amor imposible, que ha dejado de serlo, pero que ya no es ni éso.
Con todo ese amor, te beso con los besos que sí nos dimos, perteneciéndote ahora mas que nunca antes.
Tu Celina
Querido mío:
He estado todo este tiempo pensando en este amor a destiempo. En este amor sin rumbo, perdido y encontrado, que no puede pensar en mañana, que solo se hará de ayeres. Y he estado llorando por mí, por vos y por el hijo que no tendremos.
Pensé todos estos días en cómo hubiera sido nuestra historia si yo hubiera sido menos decididamente cobarde. Si no hubiera tomado la iniciativa cortando nuestro amor, porque entonces me parecía imposible. Cómo hubiera sido escribir nuestra vida juntos? Proyectar nuestro futuro como una pareja común; terminar nuestras carreras, construir nuestra casa, tener nuestros hijos...
En la última carta que te escribí, yo me lamentaba porque nos habíamos perdido la pasión. Pero luego vos me regalaste esa visita, esa semana tan dulce, tan amorosa y apasionada, tan llena de risas y momentos felices; esa forma de andar por la vida con el paso ligero y la mirada brillante, a la que yo había renunciado para siempre. Y de la forma mas triste: sin darme cuenta.
Cuando te plantaste en mi puerta con ese ramo de margaritas, yo tuve que adivinar, esforzarme por saber quién eras porque mi alma no se animaba, mi corazón a los saltos. Pero por suerte tu mirada oscura sigue siendo la misma y entonces, pude abrazarme llorando al Faustino que había llenado de sueños mis dieciocho años. Cuando te ví, ya no me importó aquella vieja reconvención de mi madre: "No lo conocés, Celina. No sabés quién es, cómo vive, cómo es su familia. Chaqueño, imaginate. Ni sabemos qué educación tiene. De lejos todo muy lindo, pero y despues?" Mientras te abrazaba y lloraba y me reía, aplastando contra tu pecho las margaritas yo sentía que todo empezaba a estar bien. Maravillosamente bien!"
Fue tan lindo para mí escaparme con vos, sin explicar nada! Fue un ejercicio de libertad que había desaparecido de mi vida ese de no contar mis próximos pasos a mi hijo y a mi madre como pidiendo permiso, como una silenciosa promesa de no volver a equivocarme. Y Buenos Aires me pareció una ciudad luminosa y abierta, como un gran abrazo para nuestro amor. Porque cuando fuimos a ese hotel, Faustino, con tanta urgencia, con tanto tiempo y tanta vida dejados de lado, mientras hablábamos y nos besabamos y llorábamos y nos reíamos, todo en la penunmbra de ese cuarto ajeno que nos pertenecía en ese momento, como una casa que hubiera sido nuestra, yo sentí que eso era el Amor. Que habías venido a regalármelo, a vivirlo conmigo.
Qué libre se sintió mi corazón cuando hice aquél llamado avisando que esa noche no volvía a dormir. Y qué joven volví ser en tus brazos, Faustino, mi querido amor, único y elegido. Qué descubrimiento la pasión que cada uno despertaba en el otro. Qué maravilloso aquel largo, largo momento de reconocernos y besarnos, lamernos, saborearnos, degustar nuestros sexos, con nuestros dedos, nuestros ojos, nuestras bocas, nuestra piel. Y todos esos bellos momentos, sublimes recreos del tedio de la soledad, en el que fuimos esos amantes recuperando caminos, historias, caricias; solos en medio del universo. Unicos. Soy, después de eso, una mujer cabal.
Por tu decisión de venir a encontrarme y conocernos, re conocernos de verdad, hoy miro de frente a mi hijo defendiendo mi identidad, mi privacidad, mi libertad sin culpas y a mi madre, a quien he dejado bien en claro que voy a escribir mi historia con mi propia letra, con mi corazón y mi sangre. Y puedo asimismo, pararme ante vos dueña de mi misma, entera, por el amor que te tengo y que ya es así, sin remedio posible. Este amor es lo que ha hecho de mí, la que soy ahora, perteneciéndome enteramente.
Y por todo ésto, es que escribo esta carta de amor. Escribo esta carta sin ninguna duda, Faustino querido. Escribo esta carta mirándote a los ojos y abrazándote de la misma forma que lo hice cuando estabas frente a mí, hace dos meses. Y que lo haré la próxima vez que nos abracemos, si hubiera otra vez.
A los veinticuatro días exactos despues de despedirnos, supe que estaba embarazada. Te das cuenta? Cuando me dieron la noticia sentí que todo mi cuerpo era una gelatina en la que se mezclaba la felicidad, el miedo, la tristeza y sobre todo, una oscura soledad incontenible. Nunca pensé en esa consecuencia. Estoy segura, amormío, que ninguno de los dos lo pensó. Cuando pude sostenerme en mi esqueleto, salí a la calle como una loca. Llevaba conmigo la mejor noticia jamás esperada. A los cuarenta y ocho años, mi cuerpo te recibía y lo proclamaba. Caminé y caminé, hasta que encontré un banco en una plaza en el que me senté a sentir con el pensamiento todo lo que me pasaba. Mi cabeza era un torbellino de luces y sombras. Me costaba respirar. Hasta que el llanto pudo más que cualquier sensación y lloré con sollozos, mocos, toses, como una pequeña niña en penitencia. Estuve así un largo rato; pero cuando entré en mi casa ya había tomado una decisión.
Hace una semana, Faustino de mi vida, que interrumpí el embarazo. Lo hice por mí, por vos, por nuestras familias. Pero sobre todo lo hice por mí y por él. Por mí y por nuestro amor. Por mí y por vos. Por todo lo que tendrá de bello y triste nuestro amor, que ahora, después de haber tenido a nuestro hijo creciendo en mí durante todos esos días; que sentí toda esa fría e inamovible soledad, todo ese miedo que debe ser parecido al que vos sentías en Malvinas, despues de todo eso, sé (lo sé conmigo entera) que no quiero un amor a medias. Y que este no es un acto de cobardía como el de mis dieciocho años, cuando renuncié a nuestro amor. Ahora soy una mujer valiente que defiendo nuestra historia de amor de todo lo que pueda quitarle la esencia que la hizo única. Nuestro amor nos ha salvado de tener una vida parejamente gris, como la de tantos. Y eso es lo que le he explicado a nuestro hijo antes de dejarlo ir: que él es una estrella fugaz que siempre volverá en mi memoria y tal vez en la tuya, seguramente en la tuya también, amor querido, Faustino de mi alma; una estrella fugaz a la que siempre podremos pedirle que nos cumpla un sueño. Tenés que comprenderlos así, por favor. Tenés que vivirlo como yo, para sentir que somos dos valientes a los que el Amor ha salvado de nuevos errores.
Nuestro hijo no sufrirá la soledad, ni el miedo, ni el peligro de la guerra, ni la distancia, ni la ausencia. No habrá para él la tristeza que se desprende de los errores cometidos y no deberá vivir con la leve infelicidad tan silenciosamente dolorosa de los que no se animaron a elecciones más riesgosas, como nos pasa a nosotros cada día. Su piel siempre estará lisa sin que la dañe la mirada de los otros. Podremos inventarle una risa clara y una mirada intensa. Podremos hacer de él, soñarlo, pensarlo, como nos hubiera gustado que fuera, sin temer para él el fracaso, el desamor, la desdicha de la enfermedad.
Ya ves, mi Faustino, mi amor de siempre, he cometido un acto supremo de egoísmo, de salvación, de generoso amor, según se mire. Y lo he cometido sola, también. Sin compartir el opaco dolor de la decisión, la pena de la oquedad en mi cuerpo, la suave penumbra de mi abrazo inútil. Pero sí necesito compartir con vos la furiosa rabia de mi valentía, el inicio de esta mujer inclaudicable en defensa de su alma que ahora soy, la elección de una ilusión para siempre, la tristeza vana de los amores imposibles. De nuestro amor imposible, que ha dejado de serlo, pero que ya no es ni éso.
Con todo ese amor, te beso con los besos que sí nos dimos, perteneciéndote ahora mas que nunca antes.
Tu Celina
con brutal atrevimiento, dedico esta entrada a la Maga y Rocamadour en el capítulo 32 de Rayuela. Salve, Maestro.
ResponderEliminarQué hermosa carta, como todas, no...la prosa me hace acordar a Mempo, chaqueño también, je, como el amador a destiempo...
ResponderEliminarUd vive de brutales atrevimientos, tal vez por eso su vida tiene bordes tan interesantes.
ResponderEliminarTengo el privilegio de ser amiga de MIRALUNAS, y antes de hoy, habìa oido de su misma voz, sentadas ambas a su mesa, con una copa de vino acompañando, esta carta.
Llorè tanto, como Celina, con moco y toses hasta provocar una catarata de risas mansas y respetuosas en ella.
Que bello momento! Gracias por permitirme revivirlo.
Abrazos!
Que lo pario, Miralunas!!!
ResponderEliminarAhora me dan a mi una copa de vino, creo que la necesito.
Me pareció una carta repleta de decisiones. No solo una, muchas.
ResponderEliminarMuy bueno lo suyo.
Un saludo.
Cada uno vive sus historias de amor de manera única, tal vez aprender a que lo interrumpido eternizó lo que pudo ser bueno, es una manera más única aún de vivirlo… hay mucho que aprender todavía.
ResponderEliminarDolorosa carta, la he sufrido y disfrutado mucho.
D.
Miralunitas, que me hacés nena? Que lo parió con el despacho de esa carta… Hoy me había programado para no llorar y tu Celina y vos me rompieron los esquemas, y tu Celina y vos acaban de recordarme la furiosa rabia de todas nuestras valentías.
ResponderEliminarSos de lujo che!
Estercita
Jo.
ResponderEliminarMe has dejado sin aire.
Esta cara es para enmarcarla.
Que tristeza...
Besos.
no voy a contestar esta vez, como me gusta, cada uno de vuestros mensajes, porque revisar esa carta para ponerla acá se llevó hasta mis suspiros.
ResponderEliminarpero, Mempo??!! Curiyu-i usté me malcría!
y todos los demás comentarios, han sido un bálsamo para mi alma. es maravilloso que lo hayan recibido como yo la escribí.
besos mil.