a mi amiga Maga, musa de estas letras.
Se levantó temprano. Entre Morón y el centro hay un trecho y decidió dejar el auto en casa. Seguro que Buenos Aires es un loquero y encima es martes 13.
A eso de las siete y media compró el diario y tomó el tren. Por suerte, está nubladito y fresco. Había decidido tomarse el día porque en el taller nada era urgente y el pibe se iba a arreglar muy bien. Fue al pasar de la página siete a la ocho cuando se le mezclaron con los títulos un par de buenas piernas que terminaban en sandalias rojas. Miró de querusa, pero una señora corpulenta tapaba a la dueña. En fin.
Caminó lento la distancia hasta el subte. Iba sin apuro. En el tercer vagón encontró lugar para sentarse y cuando iba a retomar el diario, se encontró con las sandalias rojas y su dueña toda entera. La miró despacio porque ella también leía. Le gustaron su pelo castaño con algunas canas, el escote que coronaba unas tetas suaves ("suaves, dije?") y el vestido floreado. Le llamaron prestamente la atención los accesorios: una cadenita en el cuello con un dije en forma de pirámide de esas para la energía o algo, una cinta roja en la muñeca izquierda y un anillo con la cabeza de un búho en el índice derecho. La sumatoria de detalles lo llevó a una rápida conclusión: es supersticiosa.
Se sintió un tanto estúpido; con esas piernas y esas tetas, él pensaba en eso de la supertición. Miró sus manos y agradeció que el pibe lo convenciera de usar guantes; había desaparecido de sus manos aquella pátina oscura y grasosa que le dejaba el taller. Levantó la vista y ella lo estaba mirando. "Tiene ojos amarillos?" se preguntó, mientras se escondía tras el diario. "Ojos amarillos tienen los gatos" se dijo. Y ella no parecía un gato.
Se miraron otra vez, aunque ella parecía pensar en otra cosa y sí, tiene los ojos amarillos. La vió que se paraba para bajar en Estación Uruguay y ni siquiera lo pensó.
La alcanzó después de casi correr media cuadra. Se pasó la mano por el pelo y la llamó: "Señora, me permite?" Se dió vuelta y lo miró con sorpresa; no con miedo, con sorpresa. "Mire, yo sé que es supersticiosa (soy tan imbécil que dije eso?), que hoy es martes 13, pero si tiene media hora la invito a desayunar".
Entonces, Diana lo miró con sus ojos de gata. Se encontró con ese tipo del subte, el del diario al revés y las pestañas ésas ("pestañas esas?") y le dijo: "Confianzudo y mentiroso. Debo estar loca si acepto tu invitación".
-Mentiroso? Ya? En que se me notó?- preguntó con voz y mirada de atorrante, sintiéndose ganador.
-Por el diario al revés- le dijo ella de una manera que lo hizo sentir un impecable gil- y para demostrarte que no soy supersticiosa, adónde me invitás a desayunar?
Hicieron el amor como si no fuera martes 13. Se embarcaron en caricias lentas y en besos de esos con risas y ruiditos, que cosquillean la piel de la espalda y siempre resultan tan caminadores. Navegaron por charlas susurradas y se fueron contando sus soledades, los amores contrariados, la esperanza traidora que los hacía esperar sin nada más que contar otro día en las mañanas del espejo. Se abrazaron de tantas formas impensadas y se cogieron con la desazón de los que se encuentran en el desierto: descreídos y maravillados.
Así que a la hora del atardecer, cuando el hotel se hizo hotel y ellos se miraron sin saber apenas más que sus nombres, se prometieron que eso que vinieron a hacer hoy, lo harían mañana, juntos. Que hoy no hubiera resultado bien porque es martes 13.
Tomaron el subte y el tren, distraídos por los besos, por las palabras que susurraban para que hubiera otro encuentro, por las manos asidas para cambiar los pulsos. Y el pulso del tiempo. Y el destino.
Y tal vez, resulte. Aunque sea martes 13.
imagen de internet
Martes 13, y vea, ya pasaditas las doce, recién comenzando el día, nos casamos. Fue en una terraza que nos tuvo tan cerca de esa luna y del cielo que casi impresionaba invadirles la intimidad...y, brindamos y tiramos el ramo y fuimos bendecidos, y mas luego de eso, cuando las horas apretaban los zapatos, envueltos en una frazada celeste, tendido en los canteros de un parque cualquiera le robamos los ojos de gata a un gato cualquiera, nos ronroneamos despacio y nos cogimos con la desazón de los que se encuentran en el desierto: descreídos y maravillados.
ResponderEliminarUsted me inspira y la vida misma me da letra y me llena el alma y me hace feliz saber que hasta en esto usted y yo, sra miralú, podemos!
¿Quién sabe si fue martes y trece? …tal vez haya comenzado un amor duradero o haya sido una maniobra del infierno para que desde el miércoles catorce no haya más que angustia de espera.
ResponderEliminar¡Buena suerte!
D.
eso de los días es una autentica chorrada...
ResponderEliminarembarcate un 13 y verás
magah, todo eso les pasó por aceptarse a la salida del subte? vió lo que le dije? en cualquier parte se puede!
ResponderEliminaray, arty, quesí! que cualquier día y cualquier hora es para los grandes amores o las dolorosas esperas!
noelito: me encanta conjurar conjuros!
Linda historia.
ResponderEliminarLindas amigas!
cecy: no es cierto que si?
ResponderEliminarLa Maga musa. Musa con la maga.
ResponderEliminarVeo que andan pasándola bien.....lo bien que hacen!
Un beso!
dany: me dejó picando la respuesta!... pero seguramente usté tiene la agenda muy ocupada.
ResponderEliminarun beso!
Este texto esta lleno de Magah, que es pasión, que es garra, que es una mujer como el viento que arrasa lo que encuentra en su camino! Un abrazo!
ResponderEliminarcuriyu: así es como es! un abrazo, claro.
ResponderEliminarAL MARGEN DE HABER ADORADO TODA LA HISTORIA LE SUBRAYO ESTA FRASE: se abrazaron de tantas formas impensadas y se cogieron con la desazón de los que se encuentran en el desierto: descreídos y maravillados.
ResponderEliminarTodos mis clapclap para ella.