jueves, 22 de mayo de 2014

y me perdí en la noche


Yo se lo había pedido tantas veces!...

No me traiciones enamorándote de otra, Pedro. No me traiciones, porque te voy dando mi vida a cada paso y aunque sea una vida de mierda, es la única que tengo y es la que me permitiste tener. Así se lo pedí, señor, porque lo quiero tanto! Veinte años con esta vida, prendida a él como un musgo, como una pelusa en su saco. Veinte años sin pensar en nada más que en complacerlo: no tengo proyectos, no he tenido sueños, no he deseado nada. Solo tengo este cuerpo que se envejece por adentro, aunque aún parezca de seda y esta mirada desolada que seduce a los pobremente solos, a los desahuciados del amor, a los condenados de la vida. Pero nada mas tengo. Ni una casa que me espere. Nada más que un vientre obligadamente árido, porque él ha querido  siempre esta puta perfecta al costado de tu vida, "su mejor quiosquito" como le gusta llamarme; y eso soy, un pequeño negocio en el que sólo invierte caricias distraídas y un sexo apurado, de cuando en vez, que me deja siempre en una solitaria sombra, de la que ya no salgo casi nunca. Pero soy mujer de un solo amor, "mina fiel y de buen corazón" como las del tango, señor. 
Fue en el Café de Troncoso que me pareció ver un cruce de miradas chispeantes con la chiquilina ésa, la sobrina de su mujer que vino de Mendoza y huele como a manzanas, fíjese, señor, el olor de la provincia debe ser, porque cuando yo empecé tenía catorce años igual que ella, y no olía más que al perfume barato que Pedro me regalaba para convencerme. Y ahora no, ahora a mis perfumes los compro yo, pero no huelen a manzanas. Y resulta que ayer mismo, cuando iba a darle un beso casi a la siesta, antes de empezar a trabajar, veo que Pedro besaba a la chiquilina como hace tanto y tanto que no me besa a mi. Así, que me fui silbando bajito pensando como de nada en ese cincel que Pedro me había regalado apenas empecé a trabajar en la calle, por si necesitaba defenderme. Y nunca necesité. Mire cómo es el corazón de las mujeres, señor, que ese día trabajé como nunca pensando en Pedro besando a la chiquilina tomándole la cara así, ve? como si las manos fueran alas de paloma, me pareció. Y casi ni me importó esperarlo bajo la llovizna, con todo ese frío. Cuando llegó a la esquina, yo le sonreí con mi mejor cara de puta y no sé que fue lo que lo empujó a abrazarme. Pero eso me dió mas rabia que la que ya tenía y no me costó casi nada meterle el cincel entre las costillas. Sabe, señor? Me miró asustado por la sorpresa y se fue resbalando despacio por todo mi cuerpo. Y yo lo miré como caía y ví toda esa sangre con tanta tristeza! Porque se le había pedido tantas veces en estos veinte años! Y me perdí en la noche... 
 
Cuando ya no pude más, me acurruqué en un umbral y me dormí. Y ahi me encontraron.

No, señor, no me arrepiento de nada, aunque ame yo a Pedro tanto y tanto.