jueves, 27 de diciembre de 2012

Sueño de un instante, pero siempre

Cuando se fueron todos, incluso la preciosa Cleo con todos sus regalos, la Navidad iba atardeciendo con un aire fresco y ese dulzor nostalgioso de final de fiesta.
Me senté en el querido sillón con un suspiro y cerré los ojos, poniendo mi alma en vuelo.
Escuché la risa de Cecilia en eco con la risa de mamá y tuve el feliz instinto de acompañarla por esa escalera que parecía perderse en el cielo; mientras sus risas, vueltas graciosas carcajadas, parecían encontrarse en algún lugar que yo no podía ver aún, hasta que las hallé conversando no sé qué cosas y las dos me recibieron con idéntica mirada, con la misma intensidad en la sonrisa, en el arco de las cejas y el aleteo de las manos. 
Queridas mías!... Al fin se habían encontrado y podían verse y sentirse tan parecidas; y podía yo verlas y sentirlas tan parecidas, tan mías y juntas como lo soñé tantas veces.
En ese largo instante nada más existía que nuestras voces y risas chocando como cascabeles y el aire  olía como las tardes de domingo en el Parque de Gualeguay, junto al río.

No sé que atrevido destello me abrió los ojos y me aquietó el alma. 
LLamé a Cecilia sólo para escucharla (escucharlas) reir y me fui hasta el espejo para mirar (mirarlas) a mamá en mis ojos.
Rato largo hacía que no tenía un sueño tan feliz!


mas sueños en casa de Teriri



lunes, 24 de diciembre de 2012

Y también esta Navidad.

"Para la bonita Matilde, con todo mi cariño." Jorge Salcedo

Cuando cumplió veinte años sin que nadie lo advirtiera, supo sin pensarlo que su destino se iba a dibujar entre su casa y las dos cuadras en las que atendían el almacén y la panadería; al mercado iba su padre y a trabajar, sus dos hermanos varones.
-Una pena- le dijo una vez a su madre el Doctor Bernaechea en visita de rutina -Debieran considerarlo, ha sido una de mis mejores alumnas en el secundario.
-Es que con mis males, ella es la que debe cuidar de la casa, Doctor. Así dice mi marido.
Matilde los escuchó como a una sentencia. 
Pero puso una condición: ir los jueves al cine al "Día de Damas", donde daban tres películas argentinas al precio de una. Y su padre asintió en graciosa concesión.

Entonces fue que se enamoró de él, sin mas remedio que la resignación. Sucedió entre "Los martes orquídeas" y "Para vestir santos"; por lo que con el ahínco de los deseos incontrolables, se ocupó de conseguir una fotografía preciosa en un concurso de la Revista Nocturno que venía autografiada con su nombre: "Para la bonita Matilde, con todo mi cariño. Jorge Salcedo". (Seguramente, las hadas hicieron que ese día el actor escribiera cariño, en vez del desentendido afecto). Y ella creyó para siempre, porque se le antojó a su pre escrita soledad, que él la había mirado.

Desde el marco de plata que había guardado para esa fotografía desde antes que muriera la Abuela Josefina, lo convirtió en el amor ausente: a veces lo hacía viajar por largo tiempo; otras, las filmaciones no le permitían visitarla. Sin amigas e invisible para su familia, no debió ocultar aquel amor de nadie, nunca.
Ni sus citas de los jueves de 14 a 18, a las que a veces faltaba en la pantalla, pero entonces   Jorge se sentaba en la butaca vacía que ella reservaba con cualquier pretexto.
Ignorando con férrea voluntad las vicisitudes de la vida del actor, Matilde se quedó viuda el 15 de abril de 1988, el día en que Salcedo murió. Ese mismo año, Matilde cumplía 58 años, invisible, sola, apenas visitada por sus hermanos en la casa enorme y bastante loca de amor y ensueños.

Cuando dejó de caminar y de comer, sus hermanos la internaron en un Hogar para viejos pobres donde la aceptaron loca de amor y ensueños (mientras fuera una loca tranquila), con dos o tres vestidos, dos mudas de ropa interior, sus zapatillas, las pantuflas sin estrenar que le regaló su madre el último cumpleaños que la cuidó, y el retrato de plata con la fotografía de Jorge Salcedo, dedicada a ella con cariño, que escondió con súbita lucidez en su vieja cartera. Eso fue el año pasado, antes de Navidad, pero a ella no le importó. 
Se negó a todo festejo en conjunto, para escuchar a solas como él le deseaba "Feliz Navidad" desde un ignoto lugar sin aviones para regresar a tiempo y ella besaba en respuesta a su encanto, con la inocencia del primer amor.

Y hoy espera ansiosa su forma de llamarla bonita con cariño y su voz inolvidable, también esta Navidad. 


dedico esta historia a Rossina en el nombre de su padre; 
a todos los amores locos que viven del ensueño 
y a todas las que nos enamoramos de su voz y su mirada 
como de nadie más, nunca.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Imagino este lunes...






... andar estas calles y encontrar la alegría recuperada.
Un intento de esperanza.









miércoles, 28 de noviembre de 2012

Sopa de arroz y buñuelitos de acelga


  Sandy abrió su heladera y pensó un momento. Sacó puerros, un morroncito colorado, la bolsa de acelgas freezadas, el resto de queso rallado; buscó el frasco del arroz y esos dos huevos que guardó ayer por si las moscas de hoy.
SOPA DE ARROZ CON ZANAHORIASY vaya moscas!... Se tocó un poco la cara y también sacó un poco de hielo. Mientras se apoyaba el frío en el pómulo, sintió como un montoncito de ternura apretándole la garganta y un pequeño escalofrío de miedo subiéndole por la espalda.
Si él no hubiera llegado a tiempo..., vaya a saber qué!

Se puso el mismo delantal con el que le prepara comiditas al Detective y volvió a la cocina el bar. En un periquete preparó sopa de arroz y unos pocos buñuelitos de acelga que le salieron de rechupete: el mismo menú con que su madre consolaba, a veces, el enojado cansancio de su padre. Sintió abrirse la puerta y se asomó inquieta, pero sonrió, aliviada.
-Vení, Zurdo, que te preparé algo para comer y de paso te doy las gracias.
El Zurdo la miró, intentó arreglarse el pelo y después buscó el nudo de la corbata que trató de recomponer. De pronto no supo muy bien qué hacer. Sandy se merece que él le sirva de algo, alguna vez, pensó.
La mujer le trajo la sopa humeante y un plato con buñuelitos que se veían deliciosos.
El tipo comió en silencio y Sandy se puso a arreglar cosas en la barra.

El Cronista no supo muy bien cómo llegó hasta ahí, salvo porque se sentía cansado y hambriento y él cuando anda cansado y hambriento pasa por el Bar de Sandy.
-Hoy, solo whisky- le avisó de entrada. Y luego le hizo un guiño: -Si te sentás con el Zurdo, ligás sopa y buñuelos de acelga.

Obediente, preguntó mientras se sentaba: "Alguna novedad?" 
-Un par de giles que molestaron a la señora- le comunicó el Zurdo, mientras se mandaba el whisky a tragos largos. Después, hizo una mueca casi infantil encogiéndose de hombros, mientras se miraba las manos de nudillos enrojecidos: -Y yo ligué estos manjares.
El Cronista extendió su sonrisa y levantó su vaso:
-Por los puños del Zurdo y las manos de Sandy!- y se preparó a matar el hambre y el cansancio.

Sandy les tiró un beso y volaron los ángeles.



Nota: sepa quiénes son los giles en lo de Marcelo



lunes, 19 de noviembre de 2012

mejorando el lunes

                                                                                           Tira  Macanudo publicada por Liniers
Liniers siempre, siempre me sorprende el alma.
El es un dibujante de historietas nacido en Buenos Aires, Argentina.

Y Natália Tárraco es la instigadora de esta sonrisa de lunes.

jueves, 15 de noviembre de 2012

una de tres: quimeras del tiempo ido



Se mira a ese espejo por última vez.
Y por el espejo mira la mitad de la cebra realizada en tela colgada de la pared, con la cabeza como adormecida. Porque eso sí: él siempre fue la parte de adelante. Al principio con Antonio, después con su hijo. Siempre mirando a Dorotea de lejos.
Dorotea querida con su vestidito rojo y sus zapatitos de charol. Y su cabello siempre negro enmarcando la tristeza de sus labios color carmín.
Dorotea amada, siempre olvidada por Antonio con ojos para las otras.
Dorotea marioneta sola, solita y sola, colgando de eternos hilos imaginarios, como si fuera una muñeca. Como si no tuviera corazón.

 Sale del carromato a fumarse un cigarrillo y pensar en las quimeras del tiempo ido.
Cuántas ilusiones se fueron destejiendo enamorado de Dorotea; viéndola bailar con sus tristes contorneos de marioneta. Cuántos sueños se esmerilaron de pueblo en pueblo, escondido en la parte de adelante de aquella cebra que tanto divertía a todos. Suelta el humo con una sonrisa que lo rejuvenece.
Y su memoria se vuelve humo tras el cristal de los recuerdos; siempre ha amado un imposible. Solo ha tenido a Dorotea en sus brazos en algunos de sus dolores en los que se dejó consolar y en alguna fiesta del circo, payaseando con ella como otra marioneta, escuchándola reir.
Y luego cada uno a sus tristezas. El a su soledad sin amor, ella al indiferente desamor de Antonio.
Pero ya no, reacciona mientras apaga con un pie el cigarrillo. Y mira el cielo plagado de estrellas en la noche clara. Y vuelve a sonreir. Se ha ido del circo el hijo de Dorotea y Antonio, así que su cebra ha quedado sin la parte de atrás, piensa con alivio.
Y él ha convencido al nuevo patrón que ya no está para andar trotando, que será más divertido acompañar a Dorotea como otra marioneta; y él ha dicho que sí mientras se reía a carcajadas viéndolos bailar.
Mañana mismo bailarán juntos.
Dorotea ha cambiado su vestidito rojo por otro floreado de falda cortona y se pondrá en el pelo un gracioso moño que ha estado ensayando hasta que ha quedado como una mariposa. Y ha decidido que su boca sea carmín y sus zapatitos sean de charol, porque su nueva sonrisa les dará un nuevo lucimiento.
Cuando se encuentran bajo el sauce de la esquina donde se ha instalado el circo, se miran sin pensar en aquellas quimeras desgajadas en tristezas; no hay humo tras el cristal de sus miradas nuevas. Son dos alegres marionetas en los hilos de ese amor felizmente posible en el alma de Simón y tan inusitadamente nuevo en el corazón de Dorotea.

Por una vez, no me parece triste un circo.
una de tres: NEOGÉMINIS celebrando 1000 entradas!

domingo, 4 de noviembre de 2012

crónica de una celebración

[mitchum.jpg]


Las chicas del Bar de Sandy estaban luminosas. La dueña también. Sandy conserva la mirada intensa de cuando el amor y la vida no le jugaban con trampa y quiere entrañablemente al tipo que provocaba la celebración en ausencia: Marcelo Suarez de Luna. 

Entre todas habían adornado el bar con banderines de colores y habían colgado sus collares en el marco del gran espejo como para que él "supiera".
La larga mesa instalada en el centro del local reunía comensales de distinta naturaleza pero del mismo sexo: todos varones.Cuando llegué, se me fueron los ojos para saber quiénes estaban. Entre algunos que no conocía vi que habían venido el doctor Todoterreno, Francis Oliverio Recúpero, el último Poeta Maldito, el Fantasma de Borges (con mejor talante que en el Tortoni), Menardez, su Citador, los muchachos de la vieja guardia amigos de don Suarez y de él, me pareció, el Hurgador de Libros, otros que debieron ser sus amigos propios de siempre, un poco apartado se veía a un tipo muy cejudo que dijo llamarse Александр Раздорский, causando gran alboroto, al Zurdo ubicado lejos del Detective que pretendía emprender alguna charla indagatoria con Александр, unos a los que reconocí con el espíritu de la calle Honduras. Me sorprendió reconocer a Alberto, el mozo de "La Viña del Abasto", que mantenía el gesto adusto, pero insistía en opinar con un dejo de sonrisa, miren ustedes. Y no sé, pero me pareció ver a los de la foto en la mesita del rincón.
Algunos hablaban en voz baja, otros reían a carcajadas, entremezclados contaban a los gritos.  Comían pastas y bebían tinto. Y se divertían ponderando al ausente en su cumpleaños. A la hora del flan mixto ya tenían casi listo el texto del pergamino que iban a dedicarle. Al tiempo del champán el Fantasma de Borges (con mejor talante que en el Tortoni), leyó lo escrito con voz un tanto deshilada pero filosofal y emotiva: "A nuestro AMIGO MARCELO, un tipo de tal naturaleza que seríamos capaces de acompañarlo a un viaje en otro Titanic, si nos invitara". 
-Lo parió! Yo que no se nadar- dijo Alberto, el mozo de "La Viña del Abasto, antes de firmar.
Nosotras brindamos con amor y una cairpiriña que Esthercita preparó con el permiso de Sandy y participamos de lejos en la celebración. Nosotras cinco. Sin intención de verificar quiénes eran todas ésas que, desde la mesa de la ventana, se emocionaron y levantaron copas a la hora del champán.
La Magah convenció al Detective para que nos dejara firmar sin preguntarnos nada. 
El Zurdo miró los tacones altos de Cecy y, sin poderlo evitar, le cabeceó para un tango que no sabía bailar.
La vi a Cris en suave charla con Francis Oliverio Recúpero, a eso de la madrugada.
Y yo me quedé pensando en ese poema que yo también recito en las íntimas reuniones, con algún olvido y alguna corrección que me presta la memoria: Profecía, de Rafael de León. Vaya coincidencia!


Salute, Cronista! Que le sea buena la vida!




N.de A.: vaya y vea La menor Idea, que no se va a arrepentir!

martes, 30 de octubre de 2012

chau, Cata!



Cuando mi amiga Sylvia me la regaló a Catalina para que le hiciera compañía a Sophia, su hermana mayor, yo transitaba el principio de una enfermedad que me tuvo casi postrada una cantidad de tiempo siempre inmensurable para mi alma. 
Era la mas chiquita de la camada y nada de "peluda, suave; tan blanda por fuera, que se diría toda de algodón, que no lleva huesos" como decía el poeta de su Platero. Ella era orejuda, tan flaca que el sol le transparentaba el esqueleto. Pero tenía un maravilloso par de ojos color cielo y un obstinado carácter gatuno: miraba con intensidad y nos amaba con independencia, silenciosa y tranquila.
Con el tiempo se transformó en una bellísima gata siamesa tabby. A diferencia de Sophia, nunca venía a mi regazo, pero siempre nos mirábamos con secreta complicidad.
Se enfermó de pronto, sin esperanzas. Y en eso también fue obstinada e independiente, pero se dejaba mimar  como si supiera. Llevábamos doce años de andar juntas por la vida, por las mudanzas, por los amores, por los adioses.
Ayer, yo decidí dejarla ir, porque su mirada celeste se había vuelto lejana, antes que mi corazón se acostumbrara a su ausencia.
Un lunes de espantosa lluvia en Buenos Aires, horriblemente triste.
Antes de dormirse, Catalina me miró como nos mirábamos, nos dimos las gracias en silencio y se fué, camino de la lluvia.

imagen tomada de internet

viernes, 26 de octubre de 2012

Convocatoria de Jueves: COLORES

Ella fue una niña preciosa, una adolescente deliciosa y, siempre, una mujer hermosa.
Hubiera podido elegir entre todos aquellos jóvenes que le pidieron una mirada de sus ojos, una mueca de sus labios, un pequeño gesto de sus manos; pero a su papá, un hombre callado y hosco, al que nunca le comprendió esa rabiosa tristeza, lo incomodaba profundamente su belleza.
-Si no la cuidás, así como es, la tomarán por una cualquiera.- le repetía a su madre, que cargaba con una blanda culpa su propia lindura.
Así que Amanda Suarez creció tímida a la fuerza, débil de carácter para no enojar a su padre y proteger a su madre y de porte deslucido por esa ropa suelta, de colores sin color. 
En la escuela fue una alumna aplicada y tenue, que mantuvo siempre apagados los fuegos interiores de la adolescencia.
Apenas cumplió los veinte años, por indicación de su padre y consejo de su mamá, aprendió a querer a Ernesto Martinez, un comerciante mayorista, diez años mayor, reservado y celoso.
Por tanto, Amanda siguió siendo esa mujer bella, voluntariamente invisible, que nunca hizo nada por ella; porque ni sus hijos, que le salieron varones y por cuestiones propias de su vida, crecieron con mezcla de su abuelo y de su padre. 
Sólo una decisión tomó sola y en secreto: a la muerte de su madre (que por suerte sobrevivió a su padre y entonces ella pudo conocerle la sonrisa), se dedicó a pintar gracias a un atelier que había a la vuelta de su casa, donde la recibieron sin preguntas y le permitieron ese desparramo de colores tres veces a la semana, en días hábiles y horario comercial, para que nadie lo supiera en su familia.
Despues de cuarenta y dos años, Ernesto Martinez murió sin casi darse cuenta de lo que era vivir y Amanda lloró por dos días sin poder parar.
Al tercer día, tomó otra decisión: salió de compras.
Cuando llegaron sus hijos con su familia, encontraron la casa un poco cambiada.
Colgados en la sala, dos cuadros de brillantes colores anunciaron a esa bella desconocida vestida de rojo con flores en el pelo que, mirándolos a todos con ojos brillantes, risa en bandolera y manos en vuelo, les dijo cantarina:
-Bienvenidos a mi nacimiento, queridos míos!

más bellos colores en The Daily Planet's Bloggers

jueves, 18 de octubre de 2012

Este jueves, LIBROS

A exactamente seis meses de cuando comenzó su última tristeza, murió el señor Harkoft con un gran sentimiento de cobardía por no resistir el doloroso influjo de la primavera.

El señor Harkoft era nuestro librero. El librero de mi pequeña ciudad, digo. No recuerdo otro. Su librería era pequeña en tamaño pero inmensurable en contenido y quedaba a cuatro cuadras de mi casa. 
Y en la libreria del señor Harkoft aprendí el tenue aroma áspero que se desprende de los libros y que se prende adentro como otra piel. Ese hombre parco, parecido al malo de los enanos de Blanca Nieves, siempre serio en esa fresca penumbra de las librerías de verdad, me trazó los primeros senderos de la lectura. 
Me los enseñó de la mejor forma, creo. Fue como si trazara caminitos en la arena y luego soplara sobre ellos. Eso me convirtió en una lectora desordenada, desprejuiciada y libre, sin otras normas que mi curiosidad y mi deseo. 
Con la imaginación abierta y el aroma de los libros, es que he llegado hasta aquí, por suerte para mi vida.
Con el señor Harkoft trabajaba la señorita Elisa. Ella era una mujer pequeña y un poco regordeta, de piel luminosa y manos como mariposas -así de leves, me parecían-, que tenía la voz mas perfectamente musical que yo haya escuchado. Y una mirada oscura y vivaz.
La señorita Elisa tenía allí una función imprescindible: ella leía los libros de poesía y las novelas, todos. "La ficción es suya", había sido la indicación. Su trabajo era hacer una especie de resumen o un comentario, segun le pareciera, de cada libro leído, que ella escribía con delicada letra de maestra (recuerdo perfectamente sus mayúsculas que nunca pude imitar) en un papel de hilo, inolvidable en mis dedos, con un agregado especial: al pie dibujaba florcitas; una, dos, tres... cuatro! si el libro calificaba en excelente.
La señorita Elisa era como el alma, mejor como el corazón de esa librería que parecía latir entre los libros y en alguna parte del señor Harkoft, con toda seguridad.
Él contaba con ella para casi todo, sin demasiada conciencia. Distraído por su propia intelectualidad y por la confianza que le inspiraba ella sin pensar porqué, nunca, nunca sintió curiosidad por ver aquellos papeles de hilo escritos tan lindamente por la señorita Elisa, aunque todos sus clientes le hacían ponderosos comentarios sobre ellos.
Hasta que un día de otoño la señorita Elisa se durmió sin despertarse y fué cuando él tuvo esa necesidad imperiosa de besarla. Todos los que estaban allí presente, observaron azorados, atónitos, emocionados, quisquillosos o de alguna forma felices, según quien, aquel tímido aunque apasionado beso que el señor Harkoft dejó en los labios ya ausentes de la señorita Elisa.

No cerró por duelo, a ella no le hubiera gustado.
Sólo llegó, menos serio y mas triste, hasta su lugar tras el mostrador y se quedó allí un rato, nada más que para sentir su ausencia.
Después, en un impulso, buscó por buscar o porque lo había visto tantas veces en sus manos, "Los versos del Capitán" y lo abrió sin esperar nada. Lo hojeó un poco, solo por hacerlo, por memorarla, porque volviera. El señor Harkoft no sabía que sentir, ni cómo, eso era lo que le sucedía. Ah, el papel de hilo para las notas que escribia. Sonrió con cierta ironía. La hojita señalaba ese poema "...Detrás de todas me voy. Pero a ti, sin moverme, sin verte, tú distante,van mi sangre y mis besos,.." y con su delicada letra de maestra, la señorita Elisa había escrito: "Con este exquisito atorrante yo hubiera enloquecido de amor. Ay, Neruda, Neruda!" y al pie, se veían dibujadas cuatro florcitas cuyo significado no pudo entender.
Alli y entonces, el señor Harkoft sintió esa enorme y desconocida tristeza que ya no lo abandonaría y también halló una suerte de recurso para convocar la presencia de la señorita Elisa, leyendo sus comentarios.
Uno por uno fue leyendo aquellos escritos en papel de hilo descubriendo a la mujer que había tenido todo ese largo tiempo a su lado y que fue pareciéndole más sentida y mas bella, en tanto descubría su sensible inteligencia, más que en el contenido de las palabras, en el dibujo de aquellas una, dos, tres... cuatro florcitas! 


Así que cuando cualquier día se dió cuenta que su traje de lana le quedaba pesado y pudo ver que el jacarandá que con él envejecía a la puerta de su librería, estaba "impúdicamente florecido para su edad" como solía decir Elisa (y pensó sólo su nombre, como en otra intimidad) al señor Harkoft la tristeza lo envolvió en silencio, embrumándole la mirada y las manos, doliéndole de forma insoportable en aquellas florcitas al pie del papel de hilo.

Y ya no pudo resistir la primavera.


nota de autora: Tenía yo catorce años y en la librería del señor Harkoft encontré la novela "Nacha Regules" de Manuel Galvez. Le pregunté si era buen libro y me contestó: "Doloroso para su edad, pero si quiere leerlo...". Cuando llegué a casa le conté a mi madre del hallazgo y ella me dijo: "Ay, es tan doloroso para tu edad! pero si querés leerlo..." Mis catorce años no resistieron aquella terrible historia, de verdad dolorosa; pero esa coincidencia de opiniones me enseñó para siempre el valor de la libertad para elegir, que no es ni más ni menos que la libertad para vivir.
Pero el primer libro que recuerdo es "Viaje alrededor de mi infancia" de Delfina Bunge de Galvez. Aun me persigue su magia.

mas libros en casa de Rochies

martes, 16 de octubre de 2012

aplausos y abrazos para él

Transiciones

Salir con la máquina de mirar, bajarse y caminar, girar y girar, Aceptar mi insignificancia, confiar la mirada a la inmensidad.




publicado por no esperes nada en su blog Comunicalafate.

jueves, 11 de octubre de 2012

teléfono


oye, niña, no quiero ver esa desolación inacabable enredada en tus pestañas, abatiendo la nívea palidez de tus párpados. no, otra vez. no, mi dulzura, que tu pechos se muevan agitados por el deseo, que no quiero que la pena te quite el aire. despiértate, bonita. mírame, que aquí estoy. tócame!. acércame a tu boca loca donde siempre está tu corazón. mírame. mírame, preciosa, con tu inocencia de duende escondido en el closset, con esa picardía de diablillo caído del cielo. tómame. quiero sentir la seda de tu blanca mano. necesito regodearme en el suave y juguetón tobogán de tu oreja, querida. mírame! que soy enteramente tuyo. háblame. háblame, smoothie, que sólo vivo con la miel de tu voz. mírame. tócame. acércame tu boca. tómame, querida! estoy casi al alcance de tu mano. mírame. estoy aquí. tómame! 
no me dejes así, Marilyn!


más teléfonos en el lugar de encuentro
   

jueves, 27 de septiembre de 2012

Este jueves, un relato: Mirada retrospectiva


Esta imágen me ha traído a la memoria aquellos viernes con mi Tío Raúl.
Se me ponen mojaditos los ojos, pero el alma... el alma se me pone en vuelo!
Como sus hijos no lo acompañaban, yo era la elegida los viernes a la tarde, para el paseo al Puerto Ruiz, ahí nomás de Gualeguay.
Pasaba por mi casa como a eso de las cinco de la tarde, en los soleados días de primavera más que nada. Cuando escuchaba la bocina de su auto, mi alegría se anticipaba a su invitación.
- Coneja..., me acompañás al puerto?- él me llamaba siempre así: "Coneja". 
Cuanto llegábamos a Puerto Ruiz, junto al Río Gualeguay de mis amores, casi caía la tarde.
Y era el regreso de los pescadores.
Nos gustaba llegar con las mujeres, porque disfrutábamos con los preparativos.
Con ellas hablaba yo de cómo freir el pescado y de cómo esperar  al marido que salía con su canoíta al amanecer, tal como esperaban los hijos y la muerte: con esa indefinible sonrisa espantamiedos.
Con paciencia de viejas y alegría de niñas, bromeando con esa risa clara de la gente humilde, siempre oliendo a jabón blanco y a humo de brasero, las mujeres de los pescadores encendían fueguitos sobre los que instalaban las ollitas de hierro para que estuvieran listas cuando llegara el pescado. Con periódicos viejos inventaban un mantel donde ponían pan casero, vasitos de vidrio baratos y servilletas de papel.
(Qué suerte que mi corazón ha guardado sin brumas esa ceremonia!)

Ahora reconozco aquel sentimiento de aventura que me provocaba ver llegar a los pescadores.
Saludaban a sus mujeres con un murmullo, mientras recibían el mate como un abrazo; y a los demás con distintos comentarios, según quién.
-Cómo le va, "dotor"?
-Ah, don! ahi le traigo nos bagrecitos de rechupete para su chupín!
-Vieja, vayan friendo el surubí para el Gerente y la gurisa.
El gerente y la gurisa éramos nosotros. Y el que daba la orden era casi siempre el pescador má viejo, con su rostro arrugadito, curtido por el sol, tan amigable.
Entonces,celebrábamos mi tío Raúl y yo ese magnífico ritual: saborear el pescado en postas pequeñas, bien doradas, suaves en la memoria de mi paladar, sostenidas en papel ordinario y ese vaso de vino patero y tinto refrescado en el agua del río, que me hacía sentir transgresora y adulta.
Comíamos recostados en su auto, apenas con algún comentario sobre la delicia del menú, el brillo que el sol se olvidaba en las onditas del agua, el martinpescador que rasgaba ese brillo para robar la plata de una pescadilla, un piropo para la crocantez del pan que era un deleite. Nos quedábamos ahí, gozando del vino áspero. Del paisaje colorido de los pescadores con sus familias y la carcajada cascabelera de la gurisada jugando entre las canoas.
Cuando el sol ya se iba y la bruma del anochecer silenciaba las voces y las risas, mi Tío compraba algunos pescados que ya habían alistado las rápidas manos de las doñas y nos volvíamos.
-Estuvo bueno el paseo, eh, Coneja?
-Precioso, Tío. Gracias!
-Riquísimo pescado...
-Riquísimo!
-Un poco áspero el vino...
-Sí, un poco.
-Y grasientos los vasos!- remataba mi Tío con su risa ancha bajo su gran bigote.
Y yo le acompañaba la risa, mientras apoyaba la cara en la palma de mi mano y miraba las estrellas apareciendo, adormilada de felicidad.




mas miradas hacia atras en la casa de Pepe

a pedido del amable público:
Gualeguay: lugar donde nací, en la Provincia de Entre Rios, Argentina.
mate: infusión de yerba mate que se "toma" con bombilla de metal, en una especie de calabaza o en diferentes recipientes con el tamaño de una taza de té, más o menos. Un vaso de vidrio grueso que soporte bien el calor tambien sirve. Y el mate, como acompaña soledades, amores, amigos y hambre, siempre es un abrazo.
de rechupete: sabroso, muy rico!para chuparse los dedos, vean.
chupín: un estofado de pescado..., de rechupete!
gurisa: dulce forma de llamar a los niños en mi provincia y en otras.
gurisada: grupo de niños.
vino patero y tinto: vino que se elabora pisando la uva en patas. de color oscuro, ya saben. es fuerte, dulzón y áspero. hace bailar el alma!

bueno, ahora es como si hubiera entrado dos veces.
estas expresiones me han puesto el alma en retrospectiva y suspirante.


 

jueves, 20 de septiembre de 2012

teatro, máscaras y apariencias



Esta historia sucedió hace mas de treinta años y es la historia de un amor imposible; pero que si hubiera sucedido por estos días, tal vez..., me digo que tal vez...
Aimee y Eduardo coincidieron por razones de trabajo en un pequeño hotel en Rosario, Argentina. Ella era la figura de un elenco brasileño que traía su espectáculo a un famoso cabaret de la ciudad, y él cumplía con un grupo de colegas una comisión de servicio. Yo formaba parte de ese grupo.
Los que presenciamos el encuentro sentimos la vibración de los cuerpos, tan intensa fue aquella forma de cautivarse. Esa morena espigada, envuelta en un vestido blanco, con su bella cabeza coronada por un exótico turbante de colores envolvió a aquel hombre claro, tan rubio, tan de mirada transparente y sonrisa extensa en un cerco invisible de puro deseo.
Fueron cinco días de vivir enredados en un tejido de seducción, solo interrumpido por los ensayos de ella y el trabajo de él: una envolvente trama que se hacía y se deshacía por la habilidad de Aimee para manejar aquel caliente escarceo.
Los del lado de Eduardo fuimos invitados de primera fila para el estreno del espectáculo de Aimee.
Ella le había prometido confirmándolo con sus ojos negros: "Esta noche me verás como soy de verdad y luego me dirás... y te diré"

El Cabaret nos sorprendió con un ambiente cremoso de aromas y sombras sensualmente iluminadas. Un escenario a oscuras y adornado con espléndidos plumajes avivó nuestras expectativas y la ansiedad de Eduardo. Todo nos resultó un entretenido espectáculo de estilo, hasta que hizo su aparición Aimee.
Una perfecta figura de ébano apenas adornada con diminuto traje de lentejuelas y un tocado de plumas y flores, nos dejó sin aliento. Hizo unos pasos de bailes con la divina cadencia de un felino y luego comenzó a cantar con una voz repleta de matices esa canción que, con los gestos, le dedicó a Eduardo.
Mientras hilvanaba la letra, Aimee se deshacía de los alamares que la adornaban, se quitaba con penosa gracia el maquillaje ante la simulación de un espejo y su voz nos bañaba de sensualidad. Hasta que en un dramático crescendo,  se quitó el corpiño a la vez que el tocado de plumas y, entonces, un bello muchacho moreno, con la vacía sonrisa de una máscara, se inclinó ante el atónito y cerrado aplauso.

Acompañamos en el hotel la silenciosa borrachera de Eduardo hasta la madrugada, cuando llegó Aimee, otra vez con su traje blanco y su exótico turbante de colores.
No recuerdo abrazo más triste ni llanto mas plañidero que el de aquel adiós.
Aun se me estremece el alma.

otras máscaras en el teatro de neogéminis.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

ojo por ojo


Rosalía tenía un par de ojos almendrados que, antes de la tristeza, habían ocupado la imaginación de más de uno en el barrio de su adolescencia.
Y cuando se enamoró de Oscar se le pusieron más bellos los ojos y su risa parecía una algarabía de pájaros. “Es por reflejarme en el cielo de su mirada”, suspiraba mientras adoraba aquellos ojos de tan intenso color celeste.
 Después, no sabe de qué oscuro sueño despertó entre gritos un día; con su forma de mirarla haciéndola sentir tonta a cada momento; con su indiferencia haciéndola invisible según pasaba el tiempo. El amor que entonces la iluminaba la agrisaba sin remedio hasta que un día dejó de ver el cielo de su mirada y se le fue secando el alma. Se le cambió la miedosa pena por un sentimiento amargo que le enfriaba el corazón.
Entonces, un día dejó de cocinar; otro de planchar la ropa tan prolijamente; se demoraba varios días en cambiar las sábanas; como no abría la ventana el olor ácido de su amargura se fue prendiendo de las paredes.
Oscar tardó un tiempo en darse cuenta de las sábanas, porque casi siempre llegaba borracho. Y de su ropa descuidada porque no le importaba. Y del olor ácido  porque no la veía.
Pero de la comida se dio cuenta el primer día, claro. Y gritó. Y otro día la zamarreó un poco. Pero a Rosalía ni siquiera le importó cuando casi le rompió la boca de una cachetada. Ella estaba desalmada y con el corazón helado, total. Y con un rencor sordo por su mirada y su risa perdidas.
Así que cuando se despertó en el hospital y le dijeron que aquel “desmayo que la hizo caer en forma tan desafortunada contra el marco de la puerta le había provocado la pérdida de su ojo izquierdo”, se quedó en silencio. Ya no valía la pena decir que Oscar la había golpeado con la plancha de los bifes.
Eso sí: gestionó una prótesis para su ojo y casi pudo sonreir con alegría, cuando se miró al espejo con su cara otra vez completa; aunque se viera así, un poco rara. Sobre todo por el horror de Oscar que se fue sin volver ni para buscar sus cosas.
Y porque ella ya no podría olvidar porqué su nuevo ojo era de color celeste.
 
mas ojos por ojos en casa de Teresa

jueves, 16 de agosto de 2012

aplausos y abrazos para él


PALPAR LA VERDAD

                 Decir la palabra es conjurar la magia hechizante de su eco. La palabra hurga en los laberintos de tu desmemoria y diluye, filosa y mortal, la distinción de tus sentidos: la pronunciación  mensajera muele las razones y las palpitaciones, desmembrando la mesura. Entonces somos bien o mal, o la conformidad de nada haciendo ruido y creyendo fijar el mundo en su arrogante sintaxis.
           Pero cuando somos alarido, tu explosión expande mundo, tus esquirlas calan ardientes y cortan el estar pendiendo de una noticia vieja que fermenta la espera: evapora el miedo que desconoce su motivo. Por eso sostengo que pronunciar da sospechosa vida. Esparce comillas sembradas entre sepelios y estimula el trance furtivo de amores yertos que afilan las uñas con las que aferrarán la pretensión de esta razón pedante de someter el universo a un listado de letras o rezos para garantizar, así, su perennidad.
            Los besos de trémulas cortezas de carne tibia sucumben a diario y dejan legados cargados a ciegas, y sólo pronunciando dan sentido al peso de la espalda, al clavo que perfora, a la espina que corona, al dolor que vale la pena; porque la palabra es el altar del alma esclava.
            Quiebro tus labios con vientos secos de aliento sordo para no pronunciar tu condena y sólo escucho las brisas que susurran reflejos de cantos de orgasmo. Bebo su tinta, escribo en su caudal y entonces veo, sin el hechizo de la frase dicha, si el amor inunda la geografía de nuestra cama. Sólo así palpo la verdad y mi tacto sabe que no yacen, arrugados bajo el sudor,  piadosos trucos de magia.

Publicado por Javier Noya en su blog Letras en tránsito

Reitero mi comentario: será por ésto que ando tras las palabras, aún cuando no escribo. y será por ésto que escribo, aún cuando ando en silencio. vaya!... que tan bella explicación he encontrado! será que a tales ojos, tal mirada, amigo mío.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Cleo y la letra Cu


Ustedes ya saben ue la risa de Cleo, hija de mi hijo, es el alimento irreemplazable para mi alma. Y lo condimentan su mirada, su voz, esa preciosa forma de llamarme abuela.
Por tanto, ella es la dueña de mis collares desde hace rato y de mi netbook, en el último tiempo; con la aclaración ue los collares y la mauinita son de mis cosas más preciadas. Pero ella es la ue pinta un "mundo nuevo dentro de mí", así ue es la única manipuladora de mi voluntad.
Y ahora la gurisita adorada ha tenido un accidente ue nos tuvo a todos en vilo y a mí en medio de un oscuro callejón de miedo. O sea, cuando volvió a visitarme tuvo regalos, caprichos, mimos de los ue uisiera y tostadas con ueso blanco y dulce de frambuesas mientras jugaba "juegos de princesas" en la netbook. 
De ese ratito de juegos, uedaron señales pegajosas y miguitas de varios tamaños adornando el teclado.
La he limpiado como he podido y muy esmeradamente, pero alguna basurita se ha uedado escondida debajo de la cu. Y se resiste a salir. Sepan ustedes disimular el inconveniente.
Es un límpido asunto de amor.

lunes, 6 de agosto de 2012

diatriba de lunes contra la ausencia

                                           

                                                                            quién pudiera reir como llora Chavela!  (Joaquinito)

me fui sin darme cuenta; al principio fue un desgano. después, un otoño con cupido desmayado, sin alas y sin flechas; un laburo que me agrisa de frente y por la espalda; la rutina desmadejada en nieblas matinales y noches desangeladas; esa forma que tengo de encaracolarme cuando me gana el desánimo; retoños de mis elegidas soledades.
y cuando quise acordarme de mi, era una ausente perfecta. 
veamos cómo puedo explicarlo: no es que ande yo infeliz, vale? es que ando sin ser feliz. ando en medio de la ausencia.
y la ausencia, queridos míos, no tan queridos, amigos de mi alma, conocidos de letras, gente que pasa, es como una pared pintada con cal: empieza pareciendo blanca, con los días se va tornando apenas gris y cuando podemos verla es como si la hubiéramos pintado con humo; una verdadera porquería que ni para ilusión alcanza, la ausencia.
tienen que saber que tampoco ando triste. a veces me río, inclusive. y hablo de las cosas de siempre y de otras, las del diario, no sé. hasta pienso, a ratos. pero en esto de andar ausente me fui enfermando de silencios disfrazados, de renuncias a decir, de alguna puta resignación.
al comienzo, se me ausentó la mirada. se me durmieron las palabras entre la frente y las manos. y sin que dejara de hablar, se me calló la voz. la ausencia es un cosquilleo que se me instaló en las cuerdas vocales y ya casi ni puedo decir decir.
esta puta ausencia me hizo perderme de los dorados del otoño. apenas si miré una luna que otra. anduve sin emoción por la calle Honduras! mecachendié.
sólo, y de a ratos, la risa de Cleo y el miedo de sentirla en peligro, me desarmó la ausencia. tal vez, el llamado de Cecilia despertándome esa mañana. o la pena de Camilo por estos días. ninguna otra cosa me hacía volver. ni el enojo con el que me defiendo de algunos dolores de amor. qué difícil apartarse de esa baba de araña que es la ausencia.
ay, qué misterios los del alma. qué atrevidos vericuetos los de la sangre dormida de ausencia. 
qué lluvia estéril en la piel transparente de la ausencia.
pero ahora se ha muerto Chavela Vargas y algo me ha tironeado en el medio de la espalda. 
debe ser que si la vida no le gana a la muerte esos milagreros, quién soy yo para andar ausente, así, como adormecida de la pasión? 
así, que he vuelto y ya.
con el cuerpo despertando temblores de abrazos, de letras, de ojos abiertos, de caricias alertas.
he vuelto.




viernes, 8 de junio de 2012

mandarinas



 estos días tan fríos, pero con noches tan serenitas,
me traen al alma la mirada extensa de mi madre.
ella "miraba" esas noches como éstas y anunciaba,
gozosa: "qué dulces van a madurar las mandarinas!"
y era así, nomas.


 
en las siestas con sol
y en las noches de invierno
a mí me gusta
comer mandarinas

desde que desprendo
su cáscara
sé que ese suave crujido
cargará mi alma
con un dulce avío
 
tocará mi frente
la blanca risa de mi madre
inundándome
de mi feliz infancia:
la de robar mandarinas
con los gurises del barrio
tentando a la solapa
escondida en la resolana

(cuando Gualeguay olía a azahar
y a jugosos duraznos)

su persistente aroma
se me quedará en los dedos
hasta un rato después
suavizando el corazón
como los bellos recuerdos

y cuando muerda
la jugosa pulpa de sus gajos
se me escapará como siempre
un fresco suspiro
de confiable placer

la mandarina
tiene esa atinada cualidad
de no ser siempre tan dulce
de ponerme alerta
con una leve acidez
que tampoco es siempre

y cada vez
me deja en la comisura
de los labios
esa sonrisa extendida
mansa
inacabada
de la felicidad porque sí.

gurises: niños
solapa: cuco que se llevaba a los gurises que no dormían la siesta.
 
ansiosa de sonrisas, me llevó la memoria en busca de estos versos,
a un cajón olvidado. disculpen lo repetido.

martes, 29 de mayo de 2012


se durmió con su voz en el teléfono: "sabés cómo es todo lo que te quiero?" sintiendo que volver a amarse como amantes ha sido una buena decisión. y el suave murmullo de la selva volviendo al descanso. "me ha quedado clavada en los ojos la visión de ese carro de trigo...". a mitad de la noche la desvela por un momento la anotación aquella que debe dejar expresa en el documento inconcluso. antes que el sol, la despierta el desmesurado canto de un pájaro y un suave revoltijo de hambre que la hace reacomodarse sobre la aspereza del grueso tronco. la ducha le disfumina la pereza en leve sensualidad y sonríe con el cielo amarillento. tal vez haya sol. "...que cruzó rechinante y pesado sembrando de espigas el viejo camino". lindo el saludo cruzado con esa amiga de su hija y la invitación a un encuentro. se perfuma con ese aroma de pomelo y té verde que le refresca la piel y el alma, piensa en él como si lo deseara, y sale. el hambre la hace estirarse tan larga como es y le alerta el olfato: debe ponerse en movimiento. mientras desayuna piensa en José y lo llama como cada uno de estos años en esta fecha; cruzan un dialoguito apenas tibio, desdibujado por el tiempo. "no pretendas ahora que ría! tú no sabes en qué hondos recuerdos estoy abstraída!". guarda el libro que leerá en el subte y retoma el recuento que debe constar en lo que la ocupa. pesadamente se desliza en un cauteloso silencio que le viene en la sangre mientras su cerebro registra imágenes de su cuerpo fibroso saltando sobre la presa. de pronto se le cruza un espejo y se encuentra con sus ojos. es cierto, ya no son los mismos. sin embargo, él la mira como si sus ojos fueran siempre esa mirada con que ella lo renace. "desde el fondo del alma me sube un sabor de pitanga a los labios" y se ríe. necesita tocarse la piel en el borde del escote, sentirla suave aún. memora un fugaz romance. o dos. y aquel otro. se relame, solitaria; echada al sol, limpia su pelaje negro y brillante. ahora se mueve menos, pero mantiene intactos el instinto y la habilidad para cazar. mientras va leyendo, se le entrecruzan las compras que tiene pendientes, el resto del día, la reunión que la espera. y piensa en sus hijos con ese impulso que le empuja la sangre, como cada vez que los piensa. y, pegadita, la felicidad de contar con Cleo hasta diez en inglés. "uan chu tri for faiv six seven eig naix ten" y nuestras risas triunfales, sin importar que al nueve le diga naix. y sigue siendo lindo caminar por Florida antes que se vuelva loca de gente. satisfecha, vuelve a estirarse entrecerrando sus fieros ojos amarillos, ensayando sus garras, oliendo los mezclados olores de su vida, gozando del sol. envara la espalda y anda contenta. la brisa de la vida le arquea las pestañas. y las lunas aun le inquietan el ombligo. sonríe con esa forma de la sensualidad reinventada por fuerza de sentir el día. "soy la misma muchacha salvaje que hace años se acuesta a tu lado". la vieja pantera aun guarda su esencia.

todavía quedan veinte minutos para la reunión. es geminiana. tiene tiempo para comprarse flores e introducir la humorada de jugarle al 62.