viernes, 31 de diciembre de 2010

este viejo y ese niño

Ese viejo que me crucé esta neblinosa noche tenía el paso cansado de los que cargan el vacío de los sueños extraviados. Campeaba en sus hombros un aire de desesperanza, pero no sé... porque sus ojos brillaban abiebrados de lides diversas y juegos prohibidos. Su frente reflejaba soles herrumbrados y lunas escondidas, aunque su boca se notaba con reserva de sonrisas, de palabras recreadas con lindezas y algunas asperezas, ya se sabe. Todo eso sucede al final del camino.
Sólo se tensó un poco la curva de su espalda cuando vió a ese niño de andar expectante, con esa nube de sueños coronando su cabeza y su mirada curiosa. Mas que nada por esa risa húmeda de promesas, y esa traza de valiente, acompañado nada más que con su inocencia.

 

Que 2011 nos haga soñadores, curiosos, valientes e inocentes del pecado de la soberbia y del delito de la indiferencia.

 

Abrazos, mi queridos!



imagen: inefable Mafalda con vigencia sin cura.

martes, 28 de diciembre de 2010

que la inocencia os valga!

                                                                                                                     a Menardez
Recién cuando descendió del tren, tomó conciencia de todo lo que iba a suceder. El primer aviso fue una foto de él en fotocopia ampliada y pegada en varios lugares: "Falta de su hogar desde el 23 de diciembre..., etc., etc." Vaya foto desarrapada habían elegido. "Ese viejo barbudo de mirada desgraciada..., era yo?", se preguntó moviendo la cabeza, mientras miraba sus zapatos recién lustrados, la raya del pantalón, su camisa impecable.
-Epa, Fermín, que pintusa! Si la farra te pone así, mañana me pierdo yo!- le gritó entre risas Miguel, su vecino remisero. Ése fue el segundo aviso. Miró el asfalto espejado de calor y se dirigió a paso firme hacia su casa.

Se había tomado el tren en confusa huida de su vida. Y después de comer una porción de pizza enfrente de la estación, se tomó el 39, que sabía que lo llevaría al centro. Se sentó en el asiento que le cedió una mujer con mirada de preocupación y ahí se adormiló un poco.
Cuando abrió de nuevo los ojos, justo pasaban por un lugar conocido y se bajó con la agilidad de un muchacho. Y caminó hasta la plaza con una sensación rara; como de estar volviendo. Se sentó en un banco, a la sombra. Y se quedó ahí, mirando todo, sin pensar en nada. "Ay! me olvidé de la pastilla, Adela me va a matar!" Adela es su hija, que vive en su casa -la de él- con su marido y sus dos hijos, porque han decidido que ya no puede vivir solo, que siempre se olvida de tomar los remedios.

Lo sorprendió esa mujer allí, en el mismo banco. No la había visto llegar. "Disculpe", le dijo con una sonrisa de labios recién pintados, "es que ya no quedan bancos a la sombra y con este calor...!" Y sonrió.
Fermín sintió que se ruborizaba y sólo dijo: "Sí; terrible el calor".
-Por suerte tenemos esta plaza, no? En mi casa no hace calor, pero hay mucha soledad. Y se me da por andar en camisón y chancletas, sabe? Y mi mamá me enseñó a tenerles miedo. Decía que envejecen y enloquecen. Y yo no quiero ser una vieja loca.- y esta vez, se rió.
Entonces, cuando se repuso del embeleso de escucharla, de mirarle los ojos con ese brillo, le dijo eso otro: "Qué risa suave tiene!"
-Usted no se ríe?
Él pensó un momento.
-Es que yo no tengo esta plaza. Y en mi casa hace calor. Es que somos muchos. Y además, esas pastillas me hacen andar en piyama y chancletas. Hoy me vestí así, porque salí... a... hacer unos trámites- tartamudeó, pensando que ya ni sabía hacer trámites- pero reirme? No, hace mucho que no me río.
"Y cómo se le nota!", pensó ella mientras le sonreía otra vez.
-Me llamo Marta. Y usted? Porque si vamos a compartir el banco de la plaza...- y ahí estaba de nuevo su risa.
Él volvió a sentir esa sensación como de regreso.
-Fermín- dijo estirando las piernas. Luego, se cruzó de brazos y con aquella mirada de costado que tanto le gustaba a su Azucena, preguntó- Y cómo es que está tan sola, con esas manos tan lindas?
Y volvió a ruborizarse como un imberbe, cuando ella se miró las manos sorprendida y luego lo miró como desde atrás de la mirada. 
-La vida, nomás... Soy hija única y papá se murió muy pronto, así que me quedé con mamá, que como no usaba camisón ni chancletas, se murió muy viejita..., y cuando pude pensar en mí...

Cuando sintieron el sol sobre sus cabezas, Marta dijo que ese calor ya no era bueno para gente como ellos y que si no lo tomaba a mal, lo invitaba a su casa a almorzar y a seguir charlando.
Fermín intentó una excusa, eran dos desconocidos, ¿eso no le producía desconfianza? Y ella, riéndose como se reía, le contestó que nunca desconfiaba de nadie cuando la Navidad estaba tan cerca.
Y tomados del brazo, caminaron dos cuadras hasta la bella sombra de la calle Honduras, donde ella vivía con un perro de varias razas que los recibió en el zaguán. 
Prepararon juntos el almuerzo y la mesa, como si eso fuera de siempre.
Luego, con acierto de adivina, pensó que ese hombre no tenía dónde volver y le ofreció su antiguo cuarto para dormir una siesta. Y Fermín durmió una espléndida siesta sin pensar en nada más que en él.
Cuando se despertó, ella tomaba mate en el pequeño patio y regaba las plantas. 
Y él, encontró al lado de su cama, su ropa limpia y planchada, junto a un par de zapatos lustrosos que no parecían los suyos.
-Buenas tardes- dijo, sin saber qué decir, y agregó con un poco de vergüenza- algún hada madrina se ocupó de mi ropa. Muchas gracias.
-Sencilla ecuación- explicó Marta, mirándolo de reojo- Usted no tiene quien lo quiera y yo no tengo a quién querer.

Seguramente porque se habían encontrado sin buscarse y porque ya no tenían tiempo para casi nada, después de confesarse que ella no elegía bien los amores y que él no había amado bien a Azucena, dormir juntos fue natural y necesario.
El sueño los encontró sin camisón y sin piyama, después de tímidas caricias y algunos besos que fueron mejorando en la repetición y en la recuperada risa de Fermín, burlándose de sí mismo.
La mañana del 24 de diciembre, él no hablaba de irse y ella no quería que se fuera. Así que desempolvaron el arbolito que hacía años que no se armaba y lo pusieron precioso, con lucecitas y todo, al lado de la ventana. Con unos pesos de su jubilación que había sacado de la lata que Adela escondía atrás del tarro de la yerba, él compró un collarcito a unos artesanos en la plaza y  utensillos para afeitarse en la farmacia de la esquina. Ella se ausentó un ratito y volvió con calzoncillos y medias envueltos para regalo, enigmática como una niña. 
Esa noche brindaron con sidra bien helada, comieron pollo y pan dulce, se entregaron los regalos e hicieron el amor despaciosos y diestros, mágicos de hallazgos.
En la plaza, ella le presentó a sus amigos y él le fue contando de como iba muriéndose de tristeza y pastillas, antes de encontrarla.
Y comenzó a vivirlos la vida; por tanto, cuando Fermín esta mañana muy temprano tomó el 39 y luego el tren de regreso a su casa, sabía perfectamente cuál era el trámite que ahora debía realizar.

Cuando lo vieron llegar, en vez de saludarlo, sus nietos entraron a la casa y al ratito, salían apurados Adela y su marido:
-Papá, de dónde venís? Adónde te habías metido? No tomaste las pastillas en todos estos días! Sabés lo que nos hiciste pasar? Vos fuiste el que sacaste plata de la cajita de lata?
Fermín pensó en Marta: "Usted no tiene quien lo quiera". Nadie intentó abrazarlo, nadie se dio cuenta de su aspecto, nadie vio su sonrisa incontenible.
Entonces, Fermín se sorprendió un poco de su idea y dijo, riéndose:
- Que la inocencia les valga!- y luego, con inédita sonrisa y recuperada firmeza en la voz, contestó todas las preguntas.
- Vengo de ser feliz. Estuve en el paraíso, así que no vuelvan a preocuparse por mí. No importan las pastillas, no volveré a tomarlas. Y, Adelita querida, la plata de esa cajita es mía, no? Contestadas todas las preguntas, una aclaración: no volveré a usar piyama y chancletas. Ahora, si me permiten, voy a entrar en mi casa, a hacerme cargo de mi vida. Van a tener que acostumbrarse.


imagen: la flor de la vida- Y.Tachibana


martes, 21 de diciembre de 2010

jugando tankas (inopinadamente)








1.
frágiles rosas,
fragoroso diciembre.
cálidas copas.
abrazos de amistad
y letras compartidas.

2.
risas sonoras
miradas con burbujas
de encuentro
estercita brillosa
como es ya costumbre.

3.
cecy llegó así
claramente rubia
y aclarando
cris apenas tímida
y suave bailadora.

4.
maga con chispas
en la mirada y la boca
ricardo así
tranquilamente viendo
suavemente hablando.

5.
marcelo suarez
capeando temporales
con perspicacia
colorida y risueña
de diestro callejero.

6.
noche de risas
clericoleando brindis
la miralunas
ríe feliz y baila
mùsica del artista.

martes, 14 de diciembre de 2010

debe ser diciembre



Ella había cumplido cincuenta años con un alma como de treinta y cinco, así que andaba por la vida buscando aventuras sin atajos, con la mirada bien dispuesta y una alegría de vivir indecorosa.
Había conocido al Capitán un poco antes y se había enamorado de él como ella se enamoraba: en forma instantánea y nunca para siempre. Él era, entonces, un hombre alto, cálido, simple, de físico armonioso, con mirada y besos de marinero, que la llamaba "Bombón", seguramente para no superponer otros nombres. Pero a ella le gustaba, igual que le gustaba que fuera Capitán de barcos en ríos de gran calado, porque el mar le provocaba nauseas sin remedio. Ella era un río de gran calado que nunca sería mar. Eso los acercaba, mas que ninguna otra cosa.

Un día, sin más, la vida le plantó un parate y supo de un tirón cómo eran un dolor físico sin límites, el miedo a la muerte y la impiedad de una enfermedad larga e invalidante. 
Entonces, casi se murió de tristeza, de desventura, de ojos sin mirada y de indecorosas ganas de vivir. Sólo se sonreía un poco, cuando alguien le hacía notar que bajo ese camisón de enferma (aunque los bordados y puntillas) se le entreveía un sutien rojo, de encaje. "Es lo único que me queda de la fiesta", solía explicar con su antigua ironía.

Cuando a la vuelta de un viaje él supo que ella estaba asi, con el cuerpo postrado y el alma oscurecida, la llamó una tarde de sábado y le dijo: "Bombón, tengo ganas de hacerle de acompañante. Dígale a todos que esta tarde tienen tiempo libre! Y usted, póngase linda." Ella, lloró un ratito. Se higienizó con cuidado y pidió que le alcanzaran el sutien rojo y su perfume francés.

Llegó puntual, con flores y bombones, tranquilo y formal. Y la miró como siempre; con picardía y deseo. Ella sintió en ese momento que nunca se olvidaría de él. Sólo por esa mirada, que la hizo olvidarse de ese vago aroma de su sangre que le inundaba la nariz por esos días, su pierna ínvalida, doliente, con esa terrible hinchazón, su terrible tristeza, su miedo de morirse. En el momento que se quedaron solos, la besó suave en la boca, le tocó apenas la base del cuello y espiando por debajo del camisón, susurró como una sentencia: "Ah, me estaba esperando, Bombón!", haciendo alusión al encaje rojo.

La hija había dejado preparado el mate sobre la mesa de luz con un plato con bizcochos. Naturalmente, tomaron unos mates, mientras se interesaba en su salud, su alma, su corazón. Conversaron como si nada fuera grave, como viejos amigos, que era así como siempre se sentían y así era como siempre quedaban felices de haberse encontrado y de hacer el amor así, tan profunda y sencillamente. Ella volvió a reirse después de tanto tiempo; se le despertó la mirada y hasta pudo coquetearle un poco.
Entonces, el Capitán se puso de pie, le sonrió con ternura y con voz ronca,  le anunció: "Ahora voy a hacer lo que tengo tantas ganas de hacer y a eso no podrá oponerse, Bombón. Mire qué suerte tengo!"
Ella quiso quejarse, pero él no la escuchó. "Querido Capitán!"

Ese hombre tan alto y tan simple, que era capitán en sólo en ríos de gran calado, porque el mar le producía nauseas, la fue acomodando entre abrazos para que ella pudiera recibirlo; dejó la habitación en penumbras para resguardarla de su propio pudor y casi en silencio, como un virtuoso amante, como un entrañable amigo, como un viejo compañero de aventuras, le hizo el amor un rato largo, delicioso, divertido y suave, que fue discurriendo en un abrazo que casi le devolvió todo lo que ella era.

Cuando volvieron los hijos, él se despidió con la misma naturalidad con la que había llegado. Le dió un beso en la frente, le arregló un poco el pelo y le dijo en secreto: "Nos vemos dentro de poco, Bombón. No me ande triste. Siga así de linda."
Y ella se quedó con una cosa en el alma y en el ombligo, parecida a la felicidad.
Se vieron casi nunca, después. Cada uno siguió con su vida. Pero no se olvidan. Cada tanto cruzan algun saludo, por el móvil. 

Y cuando eso sucede, ella vuelve a reirse de su apuro de aquella vez, por esconder el sutién rojo bajo la almohada, cuando los hijos vinieron a saludarla, a preguntar, a disfrutar de su asomo de alegría. Ahora mismo se acuerda de él y se le sobresalta la memoria.
Debe ser diciembre.




jueves, 25 de noviembre de 2010

Hoy, 25 de noviembre.

Pablo:
Desde chiquita, desde que me acuerdo, siempre me decían: "tenés que aprender a escuchar, a ser obediente, a sentarte bien, a no gritar, a prestar más atención, a caminar sin saltar, a no bailar sin música como una loquita, a reirte sin carcajadas..." uf! y yo aprendí a aprender. Cuando me enamoré de vos, seguí aprendiendo. Aprendí a olvidarme de mí, a no quejarme, a sentirme culpable, a no esperar nada, a quererte a pesar de todo. Y aprendí a ser lo que permití que hicieras conmigo: tonta, torpe, mentirosa, descuidada, distraída, llorona, inútil e invisible. Lo que no aprendí fue a olvidarme. No me olvidé nunca de lo que me gustaba saltar y reirme fuerte y bailar sin música como una loquita. No me olvidé de prestar atención, ni de anotar en mi alma todo lo que le gustaba a mis ojos y todo lo que no le gustaba a mi corazón. No pude olvidarme de pensar y de entender. No me olvidè del tiempo en que el miedo no existía.Y no me olvidé de soñar.
Así que, esa que no olvidé empezó a soñar estrategias de libertad. Simples y secretas. Mientras me dejabas encerrada para irte a trabajar, yo aprendí a navegar por internet y a borrar las huellas de mi barquito virtual. Y como vos me exigiste aprender a cocinar y yo aprendí muy bien, comencé a publicar mis recetas en ese mundo inmensurable, donde soy como quiero ser. Y porque he soñado con tantas y tantas ganas, esa que no olvidé se escapó de mí y de vos. Y ahora mismo, te escribo esta carta para decirte que voy a salirme por la ventana, sin que me importe la mirada de nadie. Afuera me espera esa que no olvidé.
Me abrazaré a ella sin culpas y me iré cantando bajito, llevando mi alma como un barrilete, llorando por mí. Solo por mí. Mientras la tarde colorea jacarandaes.
Chau, Pablo. Me voy a seguir aprendiendo!
                                                    Mariela



por la valentía de su comentario en el blog Yuyo del suburbio
dedico esta entrada a Patricia 333. Enhorabuena!

domingo, 21 de noviembre de 2010

aplausos y abrazos para él

Esperando a Godot

Sábado de luna llena y el viejo lobo sale de su guarida. Buscando algo parecido a un hogar se sienta en el rincón del último bodegón de Buenos Aires. Las mesas desbordan, bulliciosas. Pide comida y un vaso de vino, mientras lee “Esperando a Godot”, intentando ser ajeno a la dolorosa alegría de los otros.
Se le acerca un tipo con una valija. Tiene pinta de ser Dios o el Diablo, y encuentra risueña semejante ocurrencia. El que sea de los dos le deja la valija en pago por “los servicios prestados” La mira de soslayo. Está repleta de dinero. Termina la pobre cena y se vuelve a su no hogar, valija en mano. Pero no la abre, siente que el contenido no podrá cambiar las cosas que le importan de su vida. Espera un poco más a Godot y decide ir a tomar la última copa a “Mundo bizarro” dejando la valija intacta. Ya tendrá tiempo para revisarla.
Se ubica en la punta de la barra y la ve. No está seguro de conocerla pero se ponen a conversar como si fuera la primera vez. Empieza a sentir su cuerpo nuevamente. Una hora después están en la casa de ella, amándose. Luego se marcha sin hacer ruido, ella ya está dormida.
Regresa a la guarida y sobre la mesa, la valija. Ahora sí la abre, pero ya no están los billetes. No le importa. Se sirve un whisky y se va a esperar otro poco a Godot. Seguramente no vendrá, no la misma noche de luna llena en que vio a Dios o al Diablo, tuvo entre sus manos una valija llena de dinero y luego, a un ángel que se quedó dormido.


Samuel Beckett y yo tenemos algo en común: ambos escribimos "Esperando a Godot"
 
 
publicado por Marcelo Suarez de Luna en su blog La menor Idea
 

Daniel Os dijo...
Godot llegó dos veces, en forma de prosperidad y de amor pero, mi querido Vladimir, me temo que usted esperaba un hogar. Siempre el Mesías se les aparece a los fieles de la religión de enfrente. Un abrazo y saludos a Estragon. D.
Nota: No suelo agregar comentarios ajenos a mis amigos "aplaudidos y abrazados" pero, querido Cronista, déjeme sentir (mas que pensar), en la buena puntería de Daniel Os en el "tema de marras". Abrazo les.
 

lunes, 15 de noviembre de 2010

haikus silábicos








 1. da
lame la luna
nuestro amor húmedo
de esplendores.

2. ñel
dulces tórtolas
se regocijan mirando
enlunadas caricias.

3. mir
soplan vientitos
conjurando tormentas
con locos besos.

4.kin
canta el zorzal
al liso amanecer
de nuestras sábanas.

lunes, 8 de noviembre de 2010

último amor


         



para arlenne, en aviso




vivirlo 
como un juego de ésos
de días sin escuela
que parecen sin final.

soñarlo
como un video clip
donde joaquín sabina
me canta esa canción
que inventó para mí
mientras lo soñaba.

acunarlo
como a un gato 
de esos que se encuentran
al borde de la vida
y que ya no se van.

besarlo
con besos de ojos cerrados
bocas abiertas y manos inquietas
con palabritas inventadas
que no quieren decir nada.

abrazarlo
como al aire de la tarde
como a los mejores sueños
como a la madrugada
como a mi misma.

sexearlo 
como a la hora de la siesta
como antes del laburo
como si se fuera de viaje.

reirlo
con sonrisitas de caramelo
con locas carcajadas
con la mirada y la boca
y todo el cuerpo.

devorarlo
como si fuera ese durazno
que no pude comer
aquella tarde de verano.

llorarlo
solo cuando sea el día
del tren en la última estación
con todos los llantos adioseros
y si no hubiera otro remedio.

guardarlo 
en esa misma caja
de los momentos invencibles
a los que no tocará el olvido.



lunes, 1 de noviembre de 2010

pájaros de la tarde










como un delicado mantel blanco
silenciosa como un pentagrama vacío
alerta como una página sin letras
mi alma se tiende y se extiende
para escuchar los pájaros de la tarde.

entonces sucede éso
de los manjares de la infancia
chocolate caliente pan y queso.
reconocer el silbo el gorjeo
el trino los arrullos... los pájaros.
sentir que puedo con los versos!

vuelve a posarse en mi mano
aquel mágico pájaro azul
que me regaló mi madre
y que a veces me olvido
de alimentar con sueños.

reando caminos de arena
que van hasta el rio de mi infancia
siempre nuevo y siempre fresco.
y es posible el insistente deseo
que a todas las tormentas
se las devore el mar y sólo sea eso.

pienso, porque sí, en los ojos
del último emperador
persiguiendo el vuelo de los jilgueros
que van hacia el poniente.

y en el tranquilo canto milagrero
de los pájaros de la tarde 
puedo inventar definitivamente
que todo mi universo
se salva entre sus brazos.

es cuando el aire se pone celeste.

lunes, 25 de octubre de 2010

APLAUSOS Y ABRAZOS PARA ELLA

Déja vu

Y si le digo que no? Si recorro apenas la comisura de sus labios con la punta de los dedos. Si desabrocho un botón y otro botón. Si le muerdo como un cachorro despacito la barbilla. Si huelo su piel hasta sentirla estremecer en la nariz. Si enredo mis dedos completos en su pelo y cierro los puños para poder sentirlo en los huecos entre dedo y dedo. Si mi lengua recorre el lóbulo de la oreja, el cuello, el inicio de los hombros. Si mis manos aprietan la cintura, agarran como una garra la finalización de la espalda.
Después de eso,le puedo decir que no?
Ella seguía mirándolo.
-Vamos a casa. - La escuchó susurrar.
No la miró. Se levantó, tomó la campera y salió por la puerta del bar.
Otra vez no. Dijo mientras se ponía la campera.
El frío le dio directo en la cara. 

publicado por Cecilia en su blog dos segundos y un suspiro

  
nota: cecilia es mi hija.
       dejenme ustedes disfrutarlo. 
       gracias!

jueves, 21 de octubre de 2010

esta dulce forma










cuál es la pluma
con tinta indeleble
con la que escribir
este amor
sin que se borre?

cuál es la paleta
del invisible pincel
que restaure
los colores
de este ensueño?

cuál es el llamado
silencioso
que llame otra vez
al desaforado fauno
de la seducción?

cuál es el elixir
de mágico almibar
que renueve
el hambriento deseo
de nuestros cuerpos?

cuál es el gesto
que me despierte
de esta dulce forma
que elegí de morirme? 

imagen cupido dormido

martes, 19 de octubre de 2010

aplausos y abrazos para ella

Desnudos de estrellas


Dicen que cuando desnudos frente al cielo, la noche desaloja cualquier nube y nos expone a las estrellas, y dicen que es como un brillo atemporal, fuimos, estamos siendo y ya no importa si seremos, porque ahora, en este fugaz instante hay un jadeo infinito que agoniza decidido firmemente a no morir.
Gono Rea Lew
Ay ese desnudo que se estrella bajo el cielo de las sábanas, ese cielo de nosotros que rompe la inmovilidad, que eterniza el movimiento en un escándalo de jadeos que le pelean al tiempo, que se niegan a dormir, que destrozan la armonía, que la completan, que nos deshacemos en uno mismo de los dos. Que nos hacemos en los besos que no se calman, porque nuestros besos hacen besos y arden jugos que nos ardemos, que nos cabalgamos, que ahora salvajes, que nos jadeamos y nos nacemos en más besos llenos de besos…
…hasta que el día y la puta responsabilidad, y la distancia que te extraña, y el teléfono, y tu voz que me abraza, y por fin las estrellas del jueves, del sábado, del domingo, del martes, y por fin las estrellas que saben desnudarte, y por fin las estrellas atemporales que nos hacen el amor y nos hacemos brillando jadeos de bocas que ya no pueden dejar de ser besos, de cuerpos desnudos, deshechos que se jadean, que se hacen, que no les importa si serán, que sólo saben que están siendo.
Texto e imagen de Isabel Estercita Lew en su blog Botiquín de artes y utopías

Nota escrita a raiz de mi primer aplauso a Estercita.
Estercita, como me gusta llamarla, es.... cómo buscar el término del todo exagerado que pueda definirla sin exageración? Es una escandolasa tormenta de verano, es la hermana mas mala de Cenecienta, es exhuberante como una flor carnívora, es una callejera injuriante y escatológica, es una muchacha salvaje, es una dama distante, es una caramelo de menta en medio de un velorio, es un dedo índice agujereandote el hombro, es un cigarrillo compartido en el baño de la escuela (cuando eso era un delito), es el cómplice perfecto para robar un banco, es una niña huèrfana enojada con su gato, es una adolescente hambrienta de sueños, es una mujer leve, encerrada en su propia torre de babel. Siempre me llamó la atención su especie de locura, su inteligencia, su alma en carne viva.Y seguro, terminaremos siendo amigas de fierro, si la vida nos deja.
Y la vida nos va dejando!

domingo, 17 de octubre de 2010

presencia de la ausencia













como cada día
que necesito de tu mirada
y la necesito siempre, 
celebro tu herencia.

tengo para mí
la mirada extensa
la mente siempre alerta
la risa en bandolera
(ay, tu risa entera!)
la fuerza de los débiles
los brazos como abrazos
las manos abiertas
la palabra cálida
tibio el corazón
el alma bien caliente.
 
y preparo el mismo avío
para la cesta de mis hijos.
tal como lo he aprendido.




viernes, 15 de octubre de 2010

el nùmero 100!

deja vu












-Admito ser más urbano que un semáforo.
por eso no escribo bucólicos versos
que hablen de lánguidos sauces llorones
o robustos álamos de monte silvestre.
-dije yo- mientras
tú mirabas acostada
en silencio el cielo estrellado
desde la azotea de casa .
Asombrado dije -esto ya lo viví
es un déjá vu ,
si es un déjá vu.


Nos quedamos callados
cada uno sintiendo su corazón
latir en el corazón del otro.


Ya no fue necesario hablar de poesía.

INCAL,  seguidor número 100. Gracias!

Gracias a Lilith, por la bienvenida.
Especialmente, a Cecy por el empujoncito.
Y a los otros 98.

jueves, 14 de octubre de 2010

cosas de la primavera

                                                                   a la Dra. Tabolaro, por los libros.






A exactamente seis meses de cuando comenzó su última tristeza, murió el señor Harkoft con un gran sentimiento de cobardía por no resistir el doloroso influjo de la primavera.

El señor Harkoft era nuestro librero. El librero de mi pequeña ciudad, digo. No recuerdo otro. Su librería era pequeña en tamaño pero inmensurable en contenido. Quedaba a cuatro cuadras de casa y a cinco de la casa de aquellos viejitos cuyos nombres he olvidado pero no a ellos cuya imagen está, por suerte, guardada en mi corazón o donde sea que el cuerpo guarde esos recuerdos.
Esto viene a cuento porque con ellos conocí las granadas; y fue cuando se me abrió la imaginación. Cualquiera que haya tenido una granada en sus manos, haya visto esa fruta desgranarse como gotas de sangre almibarada y la haya saboreado con esa explosión de magia en la boca, sabe de qué hablo. 
Y en la libreria del señor Harkoft aprendí el suave aroma áspero que se desprende de los libros y que se prende adentro como otra piel. Ese hombre parco, parecido al malo de los enanos de Blanca Nieves, siempre serio en esa fresca penumbra de las librerías de verdad, me trazó los primeros senderos de la lectura. 
Me los enseñó de la mejor forma, creo. Fue como si trazara caminitos en la arena y luego soplara sobre ellos. Eso me convirtió en una lectora desordenada, desprejuiciada y libre, sin otras normas que mi curiosidad y mi deseo. 
Con la imaginación abierta y el aroma de los libros, es que he llegado hasta aquí, por suerte para mi vida.
Con el señor Harkoft trabajaba la señorita Elisa. Ella era una mujer pequeña y un poco regordeta, de piel luminosa y manos como mariposas -así de leves, me parecían-, que tenía la voz mas perfectamente musical que yo haya escuchado. Y una mirada oscura y vivaz siempre colgada de su patrón. No encuentro otra forma de decirlo, tal era la dependencia de aquellos ojos inocentes.
La señorita Elisa tenía allí una función imprescindible: ella leía los libros de poesía y las novelas, todos. "La ficción es suya", había sido la indicación. Su trabajo era hacer una especie de resumen o un comentario, segun le pareciera, de cada libro leído, que ella escribía con delicada letra de maestra (recuerdo perfectamente sus mayúsculas que nunca pude imitar) en un papel de hilo, inolvidable en mis dedos, con un agregado especial: al pie dibujaba florcitas; una, dos, tres... cuatro! si el libro calificaba en excelente.
La señorita Elisa era como el alma, mejor como el corazón de esa librería que parecía latir entre los libros y en alguna parte del señor Harkoft, con toda seguridad.
Él contaba con ella para casi todo, sin demasiada conciencia. Distraído por su intelectualidad y por la confianza que le inspiraba sin pensar porqué, nunca nunca sintió curiosidad por ver aquellos papeles de hilo escritos tan lindamente por la señorita Elisa, aunque todos sus clientes le hacían ponderosos comentarios sobre ellos.
Hasta que un día de otoño la señorita Elisa se durmió sin despertarse y fué cuando él tuvo esa necesidad imperiosa de besarla. Todos los que estaban allí presente, observaron azorados, atónitos, emocionados, quisquillosos o de alguna forma felices, según quien, aquel tímido aunque apasionado beso que el señor Harkoft dejó en los labios ya ausentes de la señorita Elisa.

No cerró por duelo, a ella no le hubiera gustado.
Sólo llegó, menos serio y mas triste, hasta su lugar tras el mostrador y se quedó allí un rato, nada más que para sentir su ausencia.
Después, en un impulso, buscó por buscar o porque lo había visto tantas veces en sus manos, "Los versos del Capitán" y lo abrió sin esperar nada. Lo hojeó un poco, solo por hacerlo, por memorarla, porque volviera. El señor Harkoft no sabía que sentir, ni cómo, eso era lo que le sucedía. Ah, el papel de hilo para las notas que escribia. Sonrió con cierta ironía. La hojita señalaba ese poema "...Detrás de todas me voy. Pero a ti, sin moverme, sin verte, tú distante,van mi sangre y mis besos,.." y con su delicada letra de maestra, la señorita Elisa había escrito: "Con este exquisito atorrante yo hubiera enloquecido de amor. Ay, Neruda, Neruda!" y al pie, se veían dibujadas cuatro florcitas cuyo significado no pudo entender.
Alli y entonces, el señor Harkoft sintió esa enorme y desconocida tristeza que ya no lo abandonaría y también halló una suerte de recurso para convocar la presencia de la señorita Elisa, leyendo sus comentarios.
Uno por uno fue leyendo aquellos escritos en papel de hilo descubriendo a la mujer que había tenido todo ese largo tiempo a su lado y que fue pareciéndole más sentida y mas bella, en tanto descubría su sensible inteligencia, más que en el contenido de las palabras, en el dibujo de aquellas una, dos, tres... cuatro florcitas! 

Así que cuando cualquier día se dió cuenta que su traje de lana le quedaba pesado y pudo ver que el jacarandá que con él envejecía a la puerta de su librería, estaba "impúdicamente florecido para su edad" como solía decir Elisa (y pensó sólo su nombre, como en otra intimidad) al señor Harkoft la tristeza lo envolvió en silencio, embrumándole la mirada y las manos, doliéndole de forma insoportable en aquellas florcitas al pie del papel de hilo.

Y ya no pudo resistir la primavera.


martes, 12 de octubre de 2010

conjuro de martes contra el adios







para conjurar el adios
los días martes
o cualquiera de esos días
en que pensamos despedidas:


despertarse
e inventar pájaros cantando
no mirar la tristeza del espejo
pensar que es primavera
(es como morirse
decir adios en primavera)
elegir ese perfume
que solo huele a encuentros
mentirle a la rutina
un guiño de sonrisa  
(repetirlo hasta que no duela)
buscar entre los libros
el de letras grandes y final feliz
descreerle a la soledad
sus promesas de libertad
elegir como ejercicio
del alma desdeñosa
los mejores recuerdos
imaginar un abrazo
que pueda ser un puente
planear que el domingo
no parezca domingo 
preferir el instinto
las sábanas frescas
y la tibieza del pan
con queso y vino tinto

ineludiblemente
pensar en aquellos días
del corazón en vuelo
el ombligo como de estreno
esa lista de sueños y el ensueño.

con un solo inconveniente:
este conjuro
requiere de extrema confianza.
no garantiza buenos  resultados
a los que creen que a veces
sólo el amor no alcanza.

imagen: Yoshiro Tachibana

 

 









domingo, 10 de octubre de 2010

aplausos y abrazos para él

Paisajes marinos (IV). En la piel de tu orilla.

En la piel de tu orilla
Han perdido los hombres una guerra.
En la piel de tu orilla
Y han dejado sus huellas en la tierra.

En la piel de tu orilla
Las nubes amanecen en el fuego.
En la piel de tu orilla
La fiebre de la tarde es solo un juego.

En la piel de tu orilla
La rosa de los vientos se deshoja.
En la piel de tu orilla
La sequía de la boca al fin se moja.

En esta piel,
En esta orilla.
En este aquel,
En esta anilla.



 
 
 
 
 
 
 
 
En la piel de tu orilla
La certeza es un círculo de espuma.
En la piel de tu orilla
La duda es no ver nada entre la bruma.

En la piel de tu orilla
La luna se ha olvidado sus zapatos.
En la piel de tu orilla
La belleza dibuja garabatos.

En esta piel,
En esta orilla.
En esta miel,
En esta astilla.
 
 
Anoatción: me gusta muchísimo este blog, me gusta su poesía con metáforas significantes y sncillas como un pañuelo blanco, sin bordados.
en la holganza del domingo leía yo en la blogófera como si mirara vidrieras y me sorprendí con la sensualidad de estos versos. y me los traje, claro.
aplaudanlos conmigo. 

martes, 5 de octubre de 2010

regalando a Gabriela










hoy vengo a darte
esta caja de regalos.

en ella puse un té de rosas 
y masitas de gengibre  
para esta tarde a las cinco 
un vestido con mariposas 
para irse por las ventanas
una copa de vino tinto
una hogaza de pan tibio
un gran pedazo de queso
para entonar la panza.
.
veredas para andar la madrugada 
sin que importe nada mas 
que el arrullo de las palomas
una larga charla de amigas 
de esas que lo explican todo 
todo lo perdonan 
y limpian el corazón.

un conjuro de viernes con luna llena 
para espantar el mal de amores.

un collar de flores 
y un aro de hulla hulla
para un rato de locura 
un disfraz de princesa
comprado en el cotillón 
para matar a Cenicienta.

una canasta de camelias blancas 
digna de Marilyn con una tarjeta 
que dice: "las diosas también lloran" 
bombones de frutas de todos los colores 
para llorar con la lluvia si viniera al caso 
bombones de chocolate
para leer poesía erótica.

tres novelitas de Corín Tellado 
y tul de ilusión para refrescar la memoria 

una botella de brindis por la alegría  
los días de sol  el buen amor y el buen sexo 
un irrepetible perfume 
para andar por las cornisas 
una bandada de pájaros 
que te lleve adónde quieras ir 
una bitácora para anotar sueños versos 
llantos risas abrazos y adioses que así es la vida

un sendero de arena que acaba a la vera del mar 
y un amanecer pintado en el horizonte 
un instructivo irrenunciable 
para hallar el camino hacia el intento de la felicidad 
y un espejo de cuerpo entero 
que te cuente qué linda sos 
mirándote los adentros 
sin que nada mas importe.

ah! y una musiquita de miles davis
que te haga creer que todo es posible
para escuchar descalza.