No tengo de ella la memoria de una imágen concreta; tengo apenas el recuerdo de casi una transparencia silenciosa de ojos muy vivaces en los rasgos de una anciana.
Dicen de ella que hubiera sido una concertista de piano de manos exquisitas; que era una mujer bella; que se enamoró equivocadamente de un aventurero encantador de serpientes que le hizo creer la felicidad y le puso en el vientre y en la vida tres hijos, que desarraigó de toda raiz y luego abandonó a todos para su mejor ver.
Dicen que entonces, ella se salvó en el piano y en sus hijos, en ese orden, trastocando mandatos canónicos de hijos antes que nada.
Su profesor de piano se quedó en uno de esos lugares de los que fue quitada, pero su empeño volvía una y otra vez, porque en esas clases ella retomaba sus sueños. Así regresaba a su casa cada vez. Con la mirada clara, la espalda erguida y hasta la risa fácil. Y sus dedos jugaban en el piano con las manitas de sus hijos y desvastaban por un rato la creciente soledad que nace de ser una desterrada de la propia alma.
Y cuentan que volvía como con una brisa de amor en el pelo.
Hasta que un día volvió con pasos susurrantes como las hojas en las veredas de otoño. Así de tristes. Traía la espalda cargada de un silencio que se le instaló en los hombros y no se fué nunca mas.
Sin dar explicaciones cerró para siempre el piano. Lo cerró como a su vida. Se le enmustiaron el pelo, la piel y las manos. Se le avivó la pena.
Porque hoy hay sol en el balcón y mis flores resisten al invierno provocándolo con primaveras y porque la que me prestó esta historia anda creciendo destellos (en el mes de julio!), me animo a pensar en la inconmensurable, insoslayable tristeza de ese piano tan solo, sin las caricias de sus dedos, que aquella concertista mantuvo en su casa, solo para recordarse, sin descanso, que para ella no era el Amor.
Esta historia hace un tiempo que me inquieta la yema de los dedos y me escarba el alma, así que la dejo aquí por los Amores que no han sido.
Y por sus sobrevivientes.
imagen: eleusis.nireblog.com
Ésta es la simpleza que conmueve. Muy bello, un saludo!
ResponderEliminarEsas manos que hoy arrugaditas, alguna vez se juntaron con las mías y vibraban juntitas al acariciar aquellas teclas. Amo esas manos aunque sufrí su infelicidad.
ResponderEliminarPor eso será que la música anda siempre rondando mi brisa, esa que debes en cuando te robo a vos para tener presente que un gran amor no hay que dejarlo escapar...
bella sinfonía
ResponderEliminarBesos
Cada vez que una tapa se coierra sobre el teclado de un piano se abre en el aire un pentagrama huérgano de notas. Los antiguos discípulos de la vieja profesora la reviven en sus corazones con rápidos latidos de solfeo.
ResponderEliminarSilencio de redonda para esta hermosura, Miralunas.
Que pena da...
ResponderEliminarJo.
Besos.
Bellamente triste, muy equilibrado!
ResponderEliminarSaludos
la emoción...me hizo.
ResponderEliminares: "de vez"...
Paso a saludar y agradecer tu visita, pronto pasaré a conocerte mejor. Con afecto, Miguel
ResponderEliminarCuando era apenas una niña, que iba queriendo asomarse a esta cosa compleja de se mujer, vi la pelìcula "Romeo y Julieta", despuès de haber llorado todo y quedarme un rato en silencio, luego de que terminara la pelicula, me acerqué a mi mamà, que como siempre revolvìa cacharros en la cocina, y le preguntè si de verdad los amores imposibles existìan. La respuesta en sì y su contundencia me impactaron tanto que aùn hoy recuerdo ese momento. Ella dijo: "SI".
ResponderEliminarHay manos que consiguen tocar el piano sin tocar las teclas, sólo con la desenvoltura de su ser...
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
a mi me parece que "ese" amor y todos los amores que no fueron comenzaron a "ser" en el preciso momento en que esta historia empezó a cosquillear en la yema de tus dedos.
ResponderEliminarPrecioso!
Precioso, y linda tu manera de contar, como siempre!
ResponderEliminarBesitos!
Muy bueno lo suyo. Brindo por eso. Por los sobrevivientes. De ellos es el mundo.
ResponderEliminarUn saludo.
Y... 14.
ResponderEliminarSepa usted disculpar.