domingo, 12 de febrero de 2017

domingo gris color de rosa



Porque soy una curiosa de la gente que veo en el subte, en la calle, en los bares donde me gusta tanto mirar, voy siendo testigo de una historia que les quiero contar.
Al lado de mi casa hay un Bar en el que me gusta leer y escribir, junto a una de sus ventanas.
Ellos fueron apareciendo puntuales ante mis ojos hasta que se me hizo una rutina esperarlos, aprender sus gestos, observarles el amor y el deseo, descubrirle las penas, envidiarles el brillo del encuentro.
Lunes y viernes son los días en los que me acostumbré a esperarlos. No sé de dónde vienen; llegan separados, apurados, ansiosos. Son adultos jóvenes y lindos los dos. Él con anillo de casado. Ella con un amor que le inclina el cuerpo y le lleva las manos y los ojos hacia él, inevitablemente. A veces, seguramente cuando han podido robarle a la vida más tiempo, se también adónde van, porque puedo verlos desde la ventana del Bar que suelo elegir, pero a eso no voy a decirlo.
El caso es que mi alma se alegraba cuando los veía llegar, casi nunca juntos. Y espiaba su encuentro como un testigo no invitado. Disfrutaba como con una peli romántica sus días felices, de susurros, carcajaditas, manos enredadas y besos por los intersticios de copas y tazas. Me reocupaba cuando había algunos días como un color de nostalgia separando sus ojos y sus manos.
Pero hoy, justo cuando yo ensayaba escribir sobre una despedida que no me lastime el alma, en otro domingo lluvioso de otoño en el verano de Buenos Aires, llegaron juntos y desaliñados de lluvia y abrazos. Se reían sin tapujos y hablaban pisándose las palabras acariciadas por sus miradas. Tomaron un lujurioso desayuno con hambriento empuje de amantes después del amor, y derramaron una copa con caricias atropelladas. Caramba!
De pronto, sentí que aquel pájaro azul del que mi madre me enseñó a seguir el vuelo y que hace largo tiempo se me había escapado, ha vuelto a posarse en mi hombro mientras veo la ilusión de aquel amor posible; y se ríe con esos amantes mi corazón.
Eso sí, me sentí un poco cursi cuando comprobé que él ya no lleva su anillo de casado y casi me pongo a aplaudir a Cupido de pie, cuando lo descubrí en el alfeizar de la otra ventana, mirándome por el rabillo del ojo con los rizos brillosos de lluvia.




4 comentarios:

  1. Ere una gran observadora de la VIDA.

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  2. Desde las alturas se puede divisar hasta el amor

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  3. A Cupido le deberías haber dicho que a ver cuando se porta bien contigo, no?
    Lo mereces.
    O es que quizá te reserva algo grande????

    :)

    Besos.

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  4. ¿Ves? ya me puse tontorrona...
    Bien relindo Miralunas, bien relindo.
    Besos.

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