Dame el humo de tu boca./ Anda, que así me vuelvo loca./ Corre que quiero enloquecer/ de placer,
sintiendo ese calor/ del humo embriagador/ que acaba por prender/ la llama ardiente del amor. *
Ella salió de la cocina con una sonrisa en los ojos: cumplida la tarea, iba por su premio.
El leía el periódico como cada noche, esperándola, fumando distraído, porque no le gustaba ir a la cama sin ella.
Era una hora que esperaban, ésa. Después de la cena los hijos se retiraban a sus cuartos, o salían.
Y a ellos les quedaba el silencio y la intimidad.
Ya no eran tan jóvenes, pero no se les había dormido el deseo.
La mujer, apenas alta, gorda y armónica sin exhuberancias, cerca de los cincuenta pero bonita aun, tenía una boca sensual y amiga de la risa y unos ojos color café de mirada habladora.
Se detuvo un instante, y mientras lo miraba, repitió aquel gesto de coquetería tan suyo: humedeció apenas con su lengua la yema de los dedos y los pasó por sus cejas oscuras.
Luego caminó hasta él, le quitó el periódico suavemente dejando que se deslizara hasta el suelo, se inclinó hasta casi tocarle la cara y en medio de un casi abrazo lleno de complicidad, le cantó en un susurro: “Dame el humo de tu boca…, anda, que así me vuelvo loca!...” con esa voz un poco ronca y llena de erotismo que solo él le conocía.
Y entonces, él, con aquella sonrisa dulce y prometedora que solo ella le sabía, la acomodó en su regazo y la besó lentamente, acariciando su espalda y sus muslos, con clara promesa del premio que ella había ido a buscar.
Yo había dejado mi cuarto e iba a la cocina por una fruta, cuando vi salir a mi madre de la cocina con ese gesto de muchacha y mirando con ese ensueño hacia mi padre: me detuve en silencio, con la sensación de invadir espacios que me estaban vedados.
Y así, fui testigo voluntaria de aquella ceremonia secreta.
Era una noche de domingo.
Ahora también es noche de domingo.
Estoy sola, de esa forma que me gusta estar sola las noches como estas: un libro amigable, una copa de buen Malbec y la radio sonando bajito.
Estaba yo distraída en la lectura, cuando de pronto irrumpe en mi atención una voz grave de mujer que canta: “Dame el humo de tu boca…, anda, que así me vuelvo loca!...”
Volvió aquella escena a mi memoria y apuré mi Malbec, ahíta de sensaciones como cada vez que la recuerdo, porque percibí después que aquella afortunada noche, mi madre me reveló, sin saberlo, el maravilloso secreto de la sensualidad.
Ese es su legado que mas agradezco.
Lo agradezco cada vez que amo, que deseo, que sueño, que beso, que me río, que me perfumo. Cuando hago el amor y cuando uso mi inteligencia. Cuando estoy triste, cuando digo gracias, cuando encuentra una mirada que me mira y me besa.
Y en cada ceremonia secreta que soy capaz de celebrar.
Ojalá Cecilia, algun día, me diga esto mismo.
Gracias, mamá. Por la sensualidad.
El leía el periódico como cada noche, esperándola, fumando distraído, porque no le gustaba ir a la cama sin ella.
Era una hora que esperaban, ésa. Después de la cena los hijos se retiraban a sus cuartos, o salían.
Y a ellos les quedaba el silencio y la intimidad.
Ya no eran tan jóvenes, pero no se les había dormido el deseo.
La mujer, apenas alta, gorda y armónica sin exhuberancias, cerca de los cincuenta pero bonita aun, tenía una boca sensual y amiga de la risa y unos ojos color café de mirada habladora.
Se detuvo un instante, y mientras lo miraba, repitió aquel gesto de coquetería tan suyo: humedeció apenas con su lengua la yema de los dedos y los pasó por sus cejas oscuras.
Luego caminó hasta él, le quitó el periódico suavemente dejando que se deslizara hasta el suelo, se inclinó hasta casi tocarle la cara y en medio de un casi abrazo lleno de complicidad, le cantó en un susurro: “Dame el humo de tu boca…, anda, que así me vuelvo loca!...” con esa voz un poco ronca y llena de erotismo que solo él le conocía.
Y entonces, él, con aquella sonrisa dulce y prometedora que solo ella le sabía, la acomodó en su regazo y la besó lentamente, acariciando su espalda y sus muslos, con clara promesa del premio que ella había ido a buscar.
Yo había dejado mi cuarto e iba a la cocina por una fruta, cuando vi salir a mi madre de la cocina con ese gesto de muchacha y mirando con ese ensueño hacia mi padre: me detuve en silencio, con la sensación de invadir espacios que me estaban vedados.
Y así, fui testigo voluntaria de aquella ceremonia secreta.
Era una noche de domingo.
Ahora también es noche de domingo.
Estoy sola, de esa forma que me gusta estar sola las noches como estas: un libro amigable, una copa de buen Malbec y la radio sonando bajito.
Estaba yo distraída en la lectura, cuando de pronto irrumpe en mi atención una voz grave de mujer que canta: “Dame el humo de tu boca…, anda, que así me vuelvo loca!...”
Volvió aquella escena a mi memoria y apuré mi Malbec, ahíta de sensaciones como cada vez que la recuerdo, porque percibí después que aquella afortunada noche, mi madre me reveló, sin saberlo, el maravilloso secreto de la sensualidad.
Ese es su legado que mas agradezco.
Lo agradezco cada vez que amo, que deseo, que sueño, que beso, que me río, que me perfumo. Cuando hago el amor y cuando uso mi inteligencia. Cuando estoy triste, cuando digo gracias, cuando encuentra una mirada que me mira y me besa.
Y en cada ceremonia secreta que soy capaz de celebrar.
Ojalá Cecilia, algun día, me diga esto mismo.
Gracias, mamá. Por la sensualidad.
nilda quijano- mi madre |
*Fragmento del tango FUMANDO ESPERO - 1922 -
Música: Juan Viladomat Masanas - Letra: Felix Garzo
Música: Juan Viladomat Masanas - Letra: Felix Garzo
nota de la autora: este post fue publicado apenas iniciado este blog. excusenme quienes ya lo leyeron; es que hoy quiero renovar este homenaje, especialmente.
mas honores allí, donde nos citó Gustavo
Muy guapa tu madre y muy joven para ser "mayor".
ResponderEliminarMe gustó tu experiencia.
esa mujer de la foto hoy tendría 96 años y tal vez tuviera esa misma risa.
Eliminarahí tenía esa edad de mi relato.
gracias por tu piropo!
Precioso al alma tu relato.
ResponderEliminarNunca hubiera sabido que debía o se podía agradecer la sensualidad, no se de donde sale, no me lo había preguntado...
y será...y la agrdezco.
Abrazo
ah, amigamía, siempre pensé que me había legado la sensualidad.
ResponderEliminarquizá, para perdonarle que se muriera tan joven.
abrazo!
Es un relato para rejuvenecer mientra se lo lee.
ResponderEliminarTambién nos has enseñado un secreto.
Y por cierto tengo el privilegio de haberlo escuchado con tu mirada, voz y sonrisa sensual.
:)
La edad no importa cuando de amor se trata, ahi tenias el ejemplo. Ella te dejo una herencia, tu la has sabido administrar.
ResponderEliminarMuy bello tu recuerdo.
Un abrazo.
Al lado de estos dos maravillosos, me sentí viejísimo! Un abrazo.
ResponderEliminarQué bonito legado y qué bonito recuerdo!!
ResponderEliminarEs importante mantener esa sensualidad y el amor vivo siempre!
Un beso.
Curioso, nunca sospeché eso en mis padres, jeje. Eres afortunada u observadora, ese legado es importante, condimento para cada cosa que uno hace. Muy buen relato (coincido con los elogios a la fotografía, hermosa sonrisa!!)
ResponderEliminarMuy bonita tu historia. Hay una canción, en catalán que cuenta como el hijo sorprende a su padre anciano haciendo el amor con su actual pareja. Una canción llena de ternura, se llama Vell es bell (Viejo es bello), de Lluis Llach. Me la ha recordado.
ResponderEliminarBesos.
Cuando se es joven, a veces parece raro pensar que los "mayores" también tienen sensualidad, necesidad de desear y ser deseados,que la atracción física no es patrimonio exclusivo de la juventud. Que también, cuando las fuerzas fallan, la imaginación y la complicidad pueden suplir con éxito la falta de vigor.
ResponderEliminarMe encantó tu relato.
Un abrazo.
la sensualidad. No se pierde. Se perfecciona
ResponderEliminarestuve tentada a hacer un jueves escrito basándome en el hecho del amor carnal de dos viejos, más viejos de los 50...pero tenía una idea de antemano y la trabajé, para luego dejarla de lado y escribir lo que escribí.
ResponderEliminarpero mira tú por dónde, cecy, casi casi escribe lo que yo pretendía.
una cosa te digo: no creo que hubiera alcanzado ese límite de sensualidad que abarca todo el texto tuyo...
mi enhorabuena y medio beso.
he escrito TENTADA... quizá sea medio mujer, yo qué cojones sé...
ResponderEliminarA los hijos nos cuesta descubrir o imaginar a nuestros padres en otro rol que no sea el de padres, sobre todo en uno tan distinto como el de la sensualidad. Intento pensar y creo que en el caso de mi madre habría sido imposible "pillarla" en esos menesteres jejeje
ResponderEliminarUn abrazo
Tuviste un maravilloso aprendizaje en el amor y cómo es normal lo deseas también para tu hija. Bello homenaje. Un beso
ResponderEliminarLa sensualidad es innata y libre, atemporal, creo, y se percibe según afecciones y atracciones
ResponderEliminarPerdón por no venir por aquí, por motivos personales graves que empezaron por enero del 2012 no esribo ya en mi blog y no visito los blogs que visitaba, pero comenzando el 2013 como está me estoy pasando por los blogs que siempre visitaba por afinidad y por gusto, y este es uno de ellos, para desear a l@s que considero amig@s lo mejor de lo mejor que, por supuesto, es lo que te deseo a ti y a los tuyos para cada día de este año que recién comenzó.
Un abrazo fuerte.
Un hermoso relato, diferente a todos los que leí hasta ahora, con un toque de sensualidad que es difícil de descubrir en esos mayores que nos rodean, y vos lo hiciste.
ResponderEliminarAsí que me encantó leerte!!!
Un beso enorme.
Miralunas, también escribí sobre "fumando espero" hace poco, qué casualidad el humo de tu boca, dame,así me vuelvo loca...
ResponderEliminarEl obsequio que le regaló la madre, la escena sensual, la sensualidad es un tesoro que se fuma lentoooo. Genial, besito contento.
A los hijos les cuesta aceptar la sexualidad de sus padres generalmente, pero tu punto de vista, tu vivencia es perfecta enseñanza de vida que ojalá algún día también te agradezcan a vos. Nada mejor que enseñar con el ejemplo, y amar y saber vivirlo, no sale de esa receta (creo).
ResponderEliminarUn precioso, dulce, tierno,apasionado,encantador relato.
Te dejo un fuerte abrazo