Bien, hice lo que quería. Salí dignamente y me tomé un taxi. Dignamente? Más bien, tristemente. Porque hoy tenía que ser una noche especial. "Ponete linda que te invito a cenar". Hace dos años que trabajo con él. Cena cara, eso sí. Pero después ese bar; muy elegante, claro. Y muy deprimente. Porque entonces, para qué mi vestido rojo de medio sueldo y el perfume en cuotas? Para qué mi trabajoso peinado copiando a Rita Hayworth? Para qué el esmalte rojo y el pintalabios carmesí? No hemos hablado de otra cosa que no fuera de su mujer. Y de su culpa por dejarla sola. Bueno, ella no ha querido acompañarlo, no? Ella es la que no desea vivir en Buenos Aires, porque le molesta la contaminación auditiva, no? "Y porque además le pesa el anonimato de la gran ciudad." me ha explicado él. Pobrecita, me imagino! Que puta madrugada! Y este maldito taxi, con ese tipo que me espía. Esperará que llore? A qué me llevó Agustín a ese bar, tan empecinadamente desierto?Bueno, es un lindo bar; ahí no se va con cualquiera. Caro, es caro. Yo, en cambio, no soy cara. A mi me conforma con ratitos de hotel, porque no quiere que me sienta incómoda en su departamento. "Hay algunas cosas de Marina y no quiero que eso te moleste o te duela". Y hoy ni siquiera eso. "Ha sido larga y tediosa la sesión, tesoro. Estamos cansados los dos". Qué maravillosamente considerado es! Sobre todo con él, claro. Cuando el señor diputado habla en el recinto, el discurso se lleva toda su adrenalina. Y su lívido, también. "Por suerte lo comprendés tan bien, negrita. Sos la secretaria perfecta". Yo no comprendo nada; cuido mi trabajo, nomás. O me enamoro de él, no sé. Y qué sola me deja cada vez! Seré tan vieja como me siento, ya? De veras ya nos pasó el tren a las de cuarenta? Me duele la espalda. Será de cargar con todo lo que no me animo a revolear por el aire y que caiga justito en la boca del camión de la basura. Me resisto a pensar que pasó el último tren, sin que me diera cuenta! Pero si ni siquiera sé dónde está la estación. Es aquí, señor. Déjese el vuelto. Total que a los viáticos los paga el diputado. Bien, allá vamos! Otro amanecer con solo mi fiel almohada esperándome. Mariposita de la noche, eso soy. Cuando se apague la luz me moriré y nadie lo sabrá.
*sobre un comentario que dejé en barra libre
Gracias por tantas palabras, Miraluna querida.
ResponderEliminar(Todas somos alguna vez mariposas nocturnas)
Siempre hay otro tren. SIEMPRE!
ResponderEliminarMe encanta tu forma de contar, es que me encanta... tenés un algo tan especial, querida Miralunas...!
Muxutxuak!
;)
Buenos Aires es un caos, esa cabecita se contagió.
ResponderEliminarSiempre hay otro tren.....nosotros no somos los mismos. Pero hay que terminar con los circulos viciosos. Aunque duela. Coincidimos en los temas esta vez. Beso!!
ResponderEliminarte invitaría yo...pero tardaría en llegar al sitio no ?
ResponderEliminarQue historia tan común.
ResponderEliminarPero que manera de contarla tan excelente.
Siempre queremos creer que con nosotros la historia sera diferente.
Pero casi siempre naaaaaaaaaaa.
Que buena la historia.
ResponderEliminarQue bien contada.
Me ha gustado mucho.
Besos.
Ah, qué placer.
ResponderEliminarYa había leído el "adelanto" en Barra, pero usted se supera, amiga.
Que bien escribís! Pero hay algo más allá y es tu maravillosa forma de decir las cosas.
ResponderEliminar...en mis circunstancias siento que voy arriba del tren...nada nos pasa de largo, sólo podemos detenernos cuando es necesario y volver a seguir.
Un abrazo enchocolatado!
Podría cantarte con Charly que No voy en tren, voy en avión/no necesito a nadie/a nadie alrededor.
ResponderEliminarPero mejor me canto las (y los) 40 (y 5 más), con el énfasis de Machado en la voz del Nano, asumiendo que si el camino lo hago yo, también dependen de mí los los tiempos, la compañía y el destino de una caminante sin viáticos.
Me encanta todo lo que pueden despertar tus historias. O mejor,lo que despierta tu modo de contarlas.
Se me antoja que a ésta la descubriste en el despacho de alguna legislatura cercana, donde desplegabas cada día tu mirada escrutadora de almas mientras los otros creían que leías expedientes.
Feliz día, mujer trabajadora
Un abrazo fuerte.
Tremendo relato, por bueno, fuerte y preciso.
ResponderEliminarClaro viniendo de usted, da directo en un poquito de cada mujer que le pasamos, sin ser un paso nomas. A mi me gustan las mariposas, esas que se reposan en alguna flor perfumada al sol, en la noche brilla solo como Cenicienta antes del zapallo.
Un abrazote.
Lo del zapallo, porque ya veo pocas calabazas...
ResponderEliminarMe encantó este relato, aunque odio lo real, triste y cínico que hay detrás de él.
ResponderEliminarExcelente narrativa.
Va un abrazo desde un andén.
Mariposas de las ncohe... Eso somos... pero todos.
ResponderEliminarFugaces, solamente.
Saludos y un abrazo.
Lena! qué bella visita! todas lo hemos sido y sin nadie que nos velara, sí. Un abrazo bien porteño
ResponderEliminarcon tapas y riojano, mi querida!
Edurne, gracias! espero tener algo parecido a tu gracia. muxutxuak!
Curiyú-i: ese caos me une Buenos Aires con el amor y el espanto! ya lo ves. un abrazo!
dani: a veces pienso y siento que coincidimos muchas veces. beso!
ResponderEliminarnoelito: con que lo pienses alcanza, bonito!
guille: gracias! cierto: primero pensamos: "a mi nunca" y luego, tantas veces, lloramos: "Porqué a mí?!" ya le dije que me gusta su avatar así, como tanguero? un abrazo
toro: gracias! no dejes de venir a mirarme, que yo siempre te miro, aunque a veces lo haga en silencio, porque ya sabés: entre tantas miradas que te miran... (*_*)
ResponderEliminarmalena: ja!ni sabés lo que me cuesta! abrazos en el umbral!
magah: a mi me gusta tomarme cada tren, aunque a veces se me confundan las estaciones. jaja. abrazo enchocolatado!
cris amigamía, es para eso que sirven los expedientes. para espiar vivires y expiar historias! lindo verte por acá! abrazo laburante y merecido!
ResponderEliminarcecy: gracias! de esas mariposas al sol se enamoran todos, claro! aunque... bueh, no me hagas caso, que es lunes. albricias por tu triunfo contra el embiche!
maría eugenia: yo también odio eso mismo. me contenta tu visita! ya andaré yo por ahí engolosinandome con tus letras. (y tus recetas!)
toño: supongo que sí. que a los hombres también les toca, alguna vez. abrazo, amigo.
ResponderEliminarPor suerte la vida siempre ofrece cosas. Todo el tiempo. Esas relaciones se acaban (o se ubican en su justo punto) cuando uno tiene un instante de lucidez y percibe algo nuevo que se le ofrece.
ResponderEliminarUn saludo.
Bello en su melancolía, desgarrado en su esperanza, lúcido en su contenida desesperación.
ResponderEliminarUna sutil parábola de la soledad (paradójicamente compartida).
miralunas, un auténtico despliegue de sensibilidad y estilo.
Besos.
Todo mi respeto para la pasajera del taxi. Crecer duele y no crecer duele, así que sigamos creciendo.
ResponderEliminarBesos
Armoso como siempre que paso por aca.
ResponderEliminarLastima que no tengo buenas experiencias en los taxis!