Por suerte, se despertó con el olor de los jazmines y el barullo de los gorriones, porque le dolía la espalda y no había dormido bien.
Se estiró como pudo y le crujieron algunos huesos: estaba triste. Hacía unos días que andaba así.
Antonia le decía que no le gustaba verla de ese modo: sin maquillaje y con el pelo sin pintar; pero la tristeza es pegajosa y no te deja hacer nada. Y eso que en el Hogar, todos la querían y a cada rato le decían que extrañaban su risa.
"Si no fuera por la risa..." y se acordó de lo que se acordaba siempre: esas noches de frío en la esquina.
Se sentó pensativa y lenta en el borde de la cama y a tientas, con los pies, buscó sus chinelas.
Entonces, sus pies tocaron eso. Despacito, se asomó desde su propio regazo y vió el ramo de jazmines y esa bolsita dorada. Se agachó con cuidado a tomar los regalos.
"Los reyes!... anoche pasaron los reyes!", y su memoria buscó alguna felicidad, como esa que ahora la hacía temblar, en toda su vida, y no la encontró.
Olió con fruición las florecitas blancas y con manos torpes abrió la pequeña bolsa para regalos. Adentro había un frasquito de perfume y dos pañuelitos de mano con delicadísimo estampado. Todo lo que ella deseaba.
Lloró un largo rato con sollozos de niña, de adolescente, de mujer. Con resfriados sollozos de vieja.
Y solo entonces, vió la tarjeta. "Con todo mi amor. El Rey Mago que mas te quiere."
-Antonia! Vení, Antonia, por favor!
La cuidadora ingresó apurada y sorprendida, como si no hubiera estado cuidando a Marilyn detras de la puerta.(En el Hogar todos la llamaban Marilyn, como a ella le gustaba).
El resto de la mañana fue un revuelo de exigencias: que la tintura color miel claro, que el esmalte rojo, que el rimmel negro, que el vestido de seda. Un enredo de risas y comentarios sobre quién sería aquel Rey Mago.
Y, entremedio, el abrazo apretado que recibió Antonia. -Este es el día de reyes mas feliz de mi vida, nena!
Una carcajada como de campanas emocionó a Alfonso, el joven jardinero, que regaba los jazmines cerquita de su ventana, solo por saber si Marilyn volvía a reirse.
Ajajá!- Había acertado con sus regalos. Con su mamá hubiera hecho lo mismo, se dijo.
El sol transformó el agua en millones de estrellitas a las diez de la mañana.
disculpas, mis queridos.
ResponderEliminarmi corazón se ha despertado un pelín melancólico esta mañana. asi que me he regalado la risa de marilyn.y su ilusión.
los estoy abrazando.
ahhhhh no me podés hacer llorae en el trabajo a las 9 de la mañana!!!
ResponderEliminarPrecioso, PRECIOSO!
Precioso!
ResponderEliminarIdem Ceci.
que lindo escribís, que dulce. Me hiciste llorar a mi también. Me la imagino a marilyn triste y dejándose morir como muchos viejitos, pero q con apenas una demostración de amor, en donde ella siente que no la olvidaron, repunta y vuelve a creer en la vida y se rie como todos los chiquitos inocentes que corren en la plaza.
ResponderEliminarqué belleza!!! me siento un poco como antonia y mis reyes magos fueron mis amigas hoy, 3 de ellas me sorprendieron gratamente!
ResponderEliminardivino el relato.
besos
da gusto ver q los sueños se hacen realidad
ResponderEliminarQué delicadeza, todas las estrellas...
ResponderEliminarSon regalos para el alma. Claro, que a veces hay que buscarlos porque no se ven.
ResponderEliminarPrecioso el texto que nos has dejado. Como siempre un placer pasarme por tu casa.
ResponderEliminarSaludos y buen fin de semana.
Qué ternura de cuentito, Miralunas!
ResponderEliminarLlegas a los corazones, sabes?
Tú, como Alfonso, sabes regar estos jazmines que son tus palabras, para que todos, como Marilyn, podamos volver a sonreír!
Un besote enorme, amiga!
Y gracias por los regalos!
;)