La angustia la despierta antes que el reloj.
El dolor que siente en la planta de los pies le recuerda la decisión que ha tomado, sin que haya abierto los ojos.
Ah, es que a ella el alma y el miedo le duelen en la planta de los pies.
Anoche, mientras se duchaba sintiéndose tan sola, tan triste, tan tonta por sentirse así de sola y así de triste, terminó de definir la decisión que viene postergando cada fin de semana, cada celebración de muchos -o de pocos-, cada vez que le preguntan: "seguis sola?".
Así, que hoy ella va a decir adiós. Y entonces, tiene el alma hecha trizas y está muerta de miedo.
Se viste con cuidado: elige la camisa de seda blanca que él le regaló para su cumpleaños, los tacos que le regaló en Navidad, el bello pañuelo con flores que le dió porque "pensé en vos y te lo traje".
Cuando bajó, él ya la esperaba discretamente estacionado como cada primer día hábil de semana.
Y la besó con el mismo apremio de cda uno de esos días de todos estos meses, con el exacto saludo: "Estás preciosa!"
El hotel los recibió con la des-luz y los olores que acompañan a los amores clandestinos, no importa cuál sea el precio.
El la amó como cada primer día hábil de semana, con premura y detalle.
Ella lo amó como si fuera a dormir con él, como si fuera a despertarlo después, como si eligiera sus corbatas, preparara su cena, eligiera con él la música que acompañara el amor antes de dormir otra vez a su lado.
"Muñequita, que te quiero siempre como ahora!", le dijo mientras la abrazaba sobre él, rodeándola con sus piernas y con la traviesa risa que a ella tanto le gustaba, dijo lo único que no debía decir: "Parece que vamos a necesitar mas fines de semana largos como el que pasó!"
Ella se escapó de la cama y se plantó sobre sus pies, sobre sus pobres pies de plantas llenas de clavos.
- Qué suerte que no dejaste que lo olvidara!- silabeó mientras el llanto la ahogaba- No quiero ya mas fines de semana a solas, ni largos, ni cortos. Y ya no quiero ser tu muñequita; no quiero ser la muñequita de nadie, en realidad. No quiero mentir más, no quiero mi soledad acompañada en hoteles dos veces a la semana.
Mientras se vestía, apurada y furiosa, él la miraba en silencio, demudado y atónito. Ni siquiera había pensado en Milena vistiéndose antes que él. Oh, qué tontería! Tenía que cortar todo eso.
- Pero vos siempre supiste que no me voy a divorciar, nena. tenemos muchos interesas en común: las familias, los hijos, el Estudio... Muñequita, que te pasa? Soy yo, Gustavo...- la tomó por los hombros- Ves que soy yo? Preciosa.... soy yo!
- Si. Sos vos. Y todo eso me pasa: que nunca estarás conmigo, que no tendremos nada en común, que no soy muñequita, ni nena, ni preciosa. Mi nombre es Milena, te acordás? Y además, ya no quiero sentir este terrible dolor en la planta de los pies!
- Dolor... en... la planta de los pies?- preguntó sin entender, sintiéndose cabalmente un estúpido.
- Sí. Hasta que te diga adiós.
Tomó el bello pañuelo con flores y lo dejó caer en la entrepierna de Gustavo que apenas había atinado a sentarse en la cama: "Ya no pienses en mí".
Tomó el abrigo y la cartera y salió de la habitación, sin que le importaran la cara sorprendida de las mucamas, ni el gesto de inquietud del conserje cuando la vió pasar rauda hacie la puerta.
Mientras abría la ducha de su casa y lloraba con sollozos de niña la límpida decisión de mujer, sintió que ya no le dolían las plantas de los pies, que el alma se iba acomodando.
Y cuando se envolvió con ese toallón azul esponjoso e inmenso que alguna vez había elegido pensando en Gustavo y que Gustavo nunca conoció, sintió el abrumador impulso de aprender a vivir con libertad de sentirse sola. Sin miedo.
Hasta la próxima vez, que sería mucho mejor.
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