Ese míércoles hacía un frío de perras apaleadas, así que su cacharro se estacionó en lo de Sandy, donde de seguro habría un plato de comida caliente y una mirada cálida, al menos. Aunque últimamente la mirada de Sandy le producía escozor en la espalda cada vez que la dejaba allí, con la esperanza apagándosele en los ojos. A él le gustaría explicarle para que ella no se quedara así, pero tantos años sin dar explicaciones ya no sabía cómo hacerlo.
Cuando entró había poca gente. Sandy lo miró con ese pequeño gesto de anhelo que le estira apenas las comisuras y le levanta un poco las cejas, que siempre termina por excitarlo; pero él iba con mas hambre que apetitos, así que le guiñó un ojo con ternura, acaso para después, y se instaló en la mesa de la ventana. Por mirar la noche, nomás.
Las chicas charlaban despacio, con las piernas estiradas. "Queridas mariposas de la noche", pensó.
Dos o tres mesas ocupadas con gente mas bien silenciosa ("O apagada?", volvió a pensar.)
Y en el rincón, plato abundoso de pastas y un buen tinto, cenaba el Cronista. Sin libro. Se saludaron amigables, pero así, sin acercamientos. Cada un sabe cuándo, y ahí no era.
Felina y oportuna, Sandy ya le había acercado el whisky, sin hielo. El Detective se quitó el sombrero que colgó en el respaldo de la silla como en un perchero y le tomó la mano. Con un beso distraído que a Sandy le ardió en la palma, le sonrió: "Vamos por tus spaghettis, preciosa, que el tipo viene hambriento y con frío."
-Para el frío tengo...- intentó coquetear Sandy.
-Ya lo sé- cortó él, mirándola como los dos sabían- Bien lo sé.
Cuando el Detective iba a devorar el primer bocado, tras un golpetazo de frío, entró Estercita.
Mas rara y mas encendida, dejó al hombre con la boca abierta.
Sandy le hizo un gesto cómplice de reverencia, las chicas se movieron inquietas como cada vez que la veían.
El Cronista la observó, esperando. Con ella nunca se sabía.
Entonces, ella los miró con una sonrisa que se le notaba estrenada de hacía poco. Se veía que a esa sonrisa límpida aún no se acostumbraba, pensaron en mas o menos, los que la veían ahí, detenida apenas, con su cuerpo que es pura cadencia.
El Detective hubiera puesto al instante música de blues.
El Cronista pensó en un tango. "Rara..., como encendida, te hallé bebiendo, linda y fatal... y en el fragor del champan...."
Entonces, Estercita les sonrió con la mirada ésa, tan brillante, como de loca, pero esta vez, extrañamente endulzada. "Sigan como sin verme, mis amores. Hoy no vengo por ustedes".
Y tirando un beso al aire, dirigió su cadencia a la mesa de la penumbra. "La del amor", suspiró Sandy. "La de la trampa", deslució el Detective.
El Cronista, sin libro, empinó el tercer vaso de su buen tinto, que cuando así, solo y sin libro, el vino le gusta en vaso y la pasta en plato hondo.
Justo ahí, entró ese tipo. Que enseguida miró hacia la penumbra, como imantado.
Y todos la vieron a Estercita, ésa; ni mas ni menos que ésa; transformarse en una nerviosa muchacha pendiente del recién llegado, suave y ansiosa, encendida de amor e iniciaciones.
El Detective buscó el viejo anhelo en los ojos de Sandy.
Las chicas se ensimismaron un poco, quién sabe buscando qué recuerdos.
Y el Cronista, sin libro, cambió de tango: "Y en aquellas noches de verano, ¿qué soñaba tu almita, mujer, al oír en la esquina algún tango chamuyarte bajito de amor?"
La madura pareja de la otra ventana, pidió la cuenta. Y salieron; tomados de la mano esta vez, que no del brazo.
imágenes:
Estercita por Estercita
El Detective y Sandy -versión libre
notas:
primer tango: Los mareados Cobián-Cadícamo - 1942
segundo tango: Milonguita (Esthercita) Delfino-Linning-1920
Clck en El Vacio Existencial -buscar en post "Una cruel manera de estafar"
Personajes prestados por La menor Idea
Estercita no se presta. la robé.