Repaso mi vida consciente de que no puedo permitirme el olvido de ningún evento. La sangre que brota desde el hígado es más oscura, casi negra. Estoy seguro de que el proyectil lo alcanzó de lleno, y acaso haya visto el exterior. La existencia huye en una estampida terca y fría, llevándose el mañana con ella. Veinte minutos a lo sumo. Quiero pensar en vos, igual que cuando había un futuro. Igual que aquella tarde en que por casualidad te conocí.
Lucho en vano. Pierdo la batalla y me retuerzo con un rezo en la boca. Cesa el clamor de la calle y ya no escucho el rumor de los pasos que se pierden en los pasillos helados de mi última morada. No oigo el rechinar de las llaves y entiendo que voy a morir en soledad, de un modo no muy distinto al que muere el resto de los seres. No soy nada especial. Mi amor no es especial. Mi partida no es ruidosa. Me voy como una sombra húmeda, lejos del sol. No habrá una célebre última frase, no habrá un consejo para mi descendencia, no habrá una absolución para mi crimen ni un beso en las tinieblas. Soy otro más que no ha dejado nada. Soy otro más que se hunde en la miseria de la carne putrefacta sin haber escrito páginas de gloria.
Dios predica valor. No es decente abrazarlo al pataleo mientras sus ángeles emisarios se agrupan en torno a la puerta, prestos a tender su mano amorosa. Uno muere todos los días, hasta que deja de hacerlo y se consume.
Me rindo. Los harapos repentinos de mi cuerpo son mi único legado, y aguardará mi alma en pena tu llegada como un vago recuerdo de este día.
Y de pronto no estoy.
YONI BIGUD en su Blog estenarrador.blogspot.com