lunes, 24 de diciembre de 2012

Y también esta Navidad.

"Para la bonita Matilde, con todo mi cariño." Jorge Salcedo

Cuando cumplió veinte años sin que nadie lo advirtiera, supo sin pensarlo que su destino se iba a dibujar entre su casa y las dos cuadras en las que atendían el almacén y la panadería; al mercado iba su padre y a trabajar, sus dos hermanos varones.
-Una pena- le dijo una vez a su madre el Doctor Bernaechea en visita de rutina -Debieran considerarlo, ha sido una de mis mejores alumnas en el secundario.
-Es que con mis males, ella es la que debe cuidar de la casa, Doctor. Así dice mi marido.
Matilde los escuchó como a una sentencia. 
Pero puso una condición: ir los jueves al cine al "Día de Damas", donde daban tres películas argentinas al precio de una. Y su padre asintió en graciosa concesión.

Entonces fue que se enamoró de él, sin mas remedio que la resignación. Sucedió entre "Los martes orquídeas" y "Para vestir santos"; por lo que con el ahínco de los deseos incontrolables, se ocupó de conseguir una fotografía preciosa en un concurso de la Revista Nocturno que venía autografiada con su nombre: "Para la bonita Matilde, con todo mi cariño. Jorge Salcedo". (Seguramente, las hadas hicieron que ese día el actor escribiera cariño, en vez del desentendido afecto). Y ella creyó para siempre, porque se le antojó a su pre escrita soledad, que él la había mirado.

Desde el marco de plata que había guardado para esa fotografía desde antes que muriera la Abuela Josefina, lo convirtió en el amor ausente: a veces lo hacía viajar por largo tiempo; otras, las filmaciones no le permitían visitarla. Sin amigas e invisible para su familia, no debió ocultar aquel amor de nadie, nunca.
Ni sus citas de los jueves de 14 a 18, a las que a veces faltaba en la pantalla, pero entonces   Jorge se sentaba en la butaca vacía que ella reservaba con cualquier pretexto.
Ignorando con férrea voluntad las vicisitudes de la vida del actor, Matilde se quedó viuda el 15 de abril de 1988, el día en que Salcedo murió. Ese mismo año, Matilde cumplía 58 años, invisible, sola, apenas visitada por sus hermanos en la casa enorme y bastante loca de amor y ensueños.

Cuando dejó de caminar y de comer, sus hermanos la internaron en un Hogar para viejos pobres donde la aceptaron loca de amor y ensueños (mientras fuera una loca tranquila), con dos o tres vestidos, dos mudas de ropa interior, sus zapatillas, las pantuflas sin estrenar que le regaló su madre el último cumpleaños que la cuidó, y el retrato de plata con la fotografía de Jorge Salcedo, dedicada a ella con cariño, que escondió con súbita lucidez en su vieja cartera. Eso fue el año pasado, antes de Navidad, pero a ella no le importó. 
Se negó a todo festejo en conjunto, para escuchar a solas como él le deseaba "Feliz Navidad" desde un ignoto lugar sin aviones para regresar a tiempo y ella besaba en respuesta a su encanto, con la inocencia del primer amor.

Y hoy espera ansiosa su forma de llamarla bonita con cariño y su voz inolvidable, también esta Navidad. 


dedico esta historia a Rossina en el nombre de su padre; 
a todos los amores locos que viven del ensueño 
y a todas las que nos enamoramos de su voz y su mirada 
como de nadie más, nunca.

5 comentarios:

  1. Preciosa historia, y preciosa dedicatoria. Definitivamente, el afecto es un tipo desentendido!
    Feliz Navidad.

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  2. Qué lindo relato. Se lo agradecemos todas las locas -tranquilas y no tanto- que nos dejamos absorber por la pantalla cuando la vida no se muestra demasiado afectuosa.
    (Me voy de aquí decidida a reinvindicar los afectos y los afectuosos por sobre los cariños y los cariñosos)

    Que pase una Navidad de película.

    La abrazo,

    Cris

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  3. Desde que leí su costado derecho, cada vez que suena el teléfono pienso que puede ser el tipo que me llama para decir sí a todos mis deseos. Y temo entrar en pánico, no poder manejar la situación, provocar el casos: algunos de mis deseos son bastante peligrosos.

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  4. La habrá recorrido un escalofrío, con tal homenaje...Un abrazo.

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  5. corríjame 12 por 15. Qué tamaño regalo, Miralunas. La espero también en mi casita amarilla, lejos de asfixias y más cerca del Sur.

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