A ella le gusta sentarse, en silencio, un poco lejos de la gran ventana que separa los ambientes para no incomodar a su Señora. Pero tiene un tácito permiso para permanecer allí y ella espera con ansias el momento de la media mañana, cuando comienza la mayor claridad, en que llega el Maestro.
Antes ha ayudado a vestir a Lisa y la ha peinado cubriendo apenas su cabello
con aquel velo color humo y su bonete. Desde que ha comenzado con aquella
especie de ceremonia, Rosetta ha notado que la Señora se perfuma con Acqua de Giglio
que su hermana le había regalado y guardaba sin usar. Ya ha renovado tres botellas
del perfume.
Ahora, tras cruzar la calle que separa las dos casas, ha llegado el
Maestro con su caja de pinturas, su gesto firme y su apostura. El atril cubierto
con un lienzo permanece en un rincón de la pequeña sala contigua al gran
comedor -donde se instala Rosetta- y es el lugar más luminoso de la casa.
Lisa lo espera como cada día, desde un rato antes, con la espalda erguida
y la mirada alerta. Se saludan con apenas un gesto de la cabeza y es cuando
Rosetta se cautiva con ese ritual de deseos escondidos que sucede tras la gran
ventana y del que ella es espectadora de privilegio: su condición de criada la
vuelve invisible.
Con el fondo musical que dan los arpegios del arpa que el joven paje
ejecuta para ellos con manos angelicales, el Pintor apronta sus menesteres,
mientras la pequeña sonrisa, con comisuras de niña y labios de cortesana, se
instala en el rostro de Mona Lisa, cuyo cuerpo conserva aún el misterioso vestigio
de la reciente maternidad, al igual que su mirada.
Los ojos del Artista la recorren lenta, largamente y Rosetta sabe que él
ama a aquella mujer. Lo sabe cuando lo ve rozar apenas su cara para corregir la
inclinación del rostro y ve a su Señora poner una mano sobre la otra, con una
caricia contenida que ahí ha de quedar. Ella siente cómo, entre las notas del
arpa, se enreda el inquieto deseo de la madurez con el suave deseo de lo
impensado.
Se lo confirma todo ese largo tiempo que se sucede sin que el Maestro
se inquiete por su obra inacabada, sin que la Mona Lisa se incomode con
aquellas horas de quietud. Que él tenga cada vez la mirada más ardiente y la
joven cada vez más misterio en la sonrisa.
Es un indiscreto escenario aquella ventana.
otras ventanas en casa de Alfredo
p/d: disculpen ustedes esta licencia.
imagen tomada de internet.
Delicioso relato de lo que debió ser un cuidado rito de seducción a ver a dar en arte. Muy original tu ventana. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarGracias, bonita!
Eliminartu visita siempre es linda para mi.
abrazo enorme!
¡Hola! Qué bonita escena nos planteas a través de tu ventana, donde no sólo se ve a los protagonistas sino también el amor que no se expresa mediante palabras, sino, por gestos. Precioso.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
hay muchas versiones de ese amor.
Eliminara mí me gustó inventarlo en los ojos de Rosetta.
gracias por tu halago!
abrazo!
Yo me quedé sin palabras,que delicia. Es suave como la misma seda,se deja leer como si de una caricia se tratara. Aquí solo cabe decir bravo.
ResponderEliminarUna abrazo Murallas.
Miralunas no murallas. Este correcto de teléfono es terrible jjjee
EliminarMiralunas no murallas. Este correcto de teléfono es terrible jjjee
Eliminarsiempre tus palabras entibian mi alma y mis letras.
Eliminargracias por éso!
y Murallas pudiera ser un buen nombre, si son para vencerlas. jeje
un abrazo, querida!
Que relato tan elegante y placentero muy buen gusto al describirlo , enhorabuenna excelente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y qué bien se siente tu comentario, Campirela.
Eliminaragradecido abrazo
Quien sabe observar, capta muchas imágenes de la vida...
ResponderEliminarBueno, tu relato es magnífico... pero la ventana desde la que mira la protagonista, es más discreta que indiscreta... pues si bien no tiene un permiso expreso para expiar esas escenas, lo tiene tácito...
El relato es bueno Miralunas, conmigo has conseguido que mirara la escena con los ojos de Rosetta... yo no estaba viendo, mientras leía, las letras de tu relato, estaba viendo las escenas que nos cuentas en él...
Abrazo
qué linda tu visita, Imper querido!
Eliminary me has hecho la mejor de las ponderaciones: no ver las letras, sino la escena.
gracias!!!
Un relato de lo más seductor digno de la Mona Lisa.
ResponderEliminarFelicidades.
seré feliz!
Eliminargracias, chica!!
Que lujo de texto, con escenas tan bien definidas. Me ha impresionado mucho tu version, es muy singular.
ResponderEliminarSaludos
Gracias! siempre he fantaseado con esta relación artista/modelo, en especial.
EliminarA partir de ahora cada vez que vea el cuadro recordaré esta historia.
ResponderEliminar:)
Besos.
y a mí. no te olvides de mí.
Eliminarbeso
Me ha perecido muy delicado.
ResponderEliminarBesos.
gracias, Fabián.
ResponderEliminarme ha parecido encantador tu comentario.
Hermosamente puesto en palabras! uno siente haber sido testigo apenas de un particular, dulce y sereno rito amoroso.
ResponderEliminarAbrazo juevero Miralunas!
abrazo juevero, Mamaceci!
Eliminary gracias por ser tan generosa testigo.
un beso
La imaginación en este jueves de relatos jueveros, se ha desbordado..Un texto exquisito...con miradas que parece que no dicen nada pero el aire se llena de mensajes...precioso relato..besosss
ResponderEliminar