No me dejes…, no me dejes. Dos veces lo dijiste, sin mirarme. Y yo,
furiosa de dolor, de amor, de impotencia, te avisé sin pensar, te rogué, mi
corazón mediante: “Voy a quedarme si me prometes que serás feliz.” Sólo para
que no te fueras de mí, impuse una sinrazón desesperada. Y vos me contestaste,
muy serio, con esa seriedad que te sale tan fácilmente como la sonrisa con que
le contestaste a ella: “Te lo prometo”. Y yo sentí tu voz (qué vergonzosa
torpeza!) como un bálsamo para mi tristeza.
Desde entonces, soy la que acompaña de lejos tu vida, con ratitos de
amante, sólo con instantes de íntimos abrazos y besos hambrientos, haciendo que
a mi amor no le importa que te vayas a ser feliz con ella; con una disfrazada
deshonra de mí misma que apenas reconozco.
Te alimentas de mi alma y de mi mente, como de una fuente de agua
fresca, mientras proyectas tu vida con ella. Apenas con esa promesa que es otra
promesa para ella y ninguna para mí.
Como una mariposa esclava de su libertad, te vuelo de lejos impulsada
por el airecito suave de tu voz; me miento que soy libre de irme a buscar otra
mirada o quedarme prendida de tus ojos; me resigno a que mis alas me lleven
hasta vos, siempre con la alocada esperanza de que no me cuentes otra vez cómo
es que recorriste otro tramo de camino hacia tu vida con ella.
Pero esta vez, en estos días de tu ausencia silenciosa, cautelosa,
comprometida, ha empezado a dolerme el amor por todo el cuerpo: se me
acalambran los dedos de caricias impotentes, de las que ya sabes; se me
humedece de ardores la mirada; no encuentro las risas porque sí de cuando me
iba enamorando de vos y el corazón me inventa llantos silenciosos, que me
apuñalan entre el esternón y la espalda.
Es decir, me he mirado en el espejo y no me he visto feliz.
Y me acordé, de pronto, con un escalofrío de alivio, que siempre,
siempre, siempre, no importa cómo me sangre por dentro, me voy de los lugares
en los que no soy feliz.
También me acordé que te lo avisé antes de tu promesa, oxímoron de mi
felicidad.
Es decir, no sé qué será de esta mariposa, si decide ser una mujer
parada frente a su espejo.
Hoy es sólo que te quiero tanto y que aún me quedan restos de esa
atolondrada, desvencijada esperanza de que un día te enamores de mí, además de
necesitarme.
Y entonces, decidas elegirme.
Pero…. y si no me eliges?
imagen extraída de internet
Qué lindo es leerte, sentir cada una de tus letras entrando directo a mi alma. Siempre dije que las relaciones no tienen rótulos mientras los participantes sean felices, que no hay lugares en la escala del amor. Los amantes pueden amarse tanto como los esposos o más. Pero cuando en cualquiera de esas posiciones uno deja de ser feliz, hay que volar, hay que dejar que la mariposa deje el capullo de la hipocresía y vuele hacia su libertad.
ResponderEliminarUn beso enorme.
La felicidad no tiene que tener amarre alguna
ResponderEliminarBesos